LOS ORÍGENES DE UN CONFLICTO INSOLUBLE
En 1916, ante la comprometida marcha de la Gran Guerra, Inglaterra pactó la sublevación de los árabes contra los turcos aliados de los imperios centrales. Pero al mismo tiempo que les prometía la independencia de sus territorios, se los repartía con Francia. Esta serie de intrigas, Tratado de Versailles (1919) mediante, terminaron desestabilizando toda la región y fueron el detonante de múltiples enfrentamientos que finalmente generaron la trágica situación que hoy sufre nuestro mundo.
Cuando Turquía entró en guerra en noviembre de 1914, declaró el Ÿihãd contra los países occidentales invasores de las tierras del Islam. El Imperio Británico y el Imperio Francés se vieron potencialmente amenazados en la India, Sudán, Egipto, Marruecos, Argelia y Túnez, pero para que el Ÿihãd tuviera verdadera fuerza debería estar respaldado por el soberano de la dinastía hashimí [1], Husain Ibn Ali [2], sharif [3], es decir por un descendiente del Profeta Muhammad (Mahoma) que tuviese consenso en la comunidad musulmana de la región. Para mover la voluntad del sharif y conseguir su apoyo al Ÿihãd, la administración otomana se mostró dispuesta a fortalecer el emirato del Hiÿãz de Husain, siempre amenazado por el expansionismo del vecino Naÿd, regido por la dinastía saudí [4] de los uahhabíes [5], y a proporcionar importantes cargos a los hijos del sharif, los príncipes Ali [6], Abdallah [7] y Faisal [8]; pero si Husain se negaba a prestar su apoyo, Estambul interrumpiría los suministros de alimentos al emirato, ya arruinado a causa de la guerra por la paralización del tráfico caravanero y de las peregrinaciones a La Meca y Medina, principal fuente de recursos de aquel desértico territorio. Para respaldar promesas y amenazas, las guarniciones turcas fueron reforzadas en todo el emirato, que formaba parte del Imperio Otomano.
Husain, ambicioso y soñador, pero tremendamente ingenuo, soñaba con ser califa de un estado musulmán que abarcara desde el Mediterráneo al Índico. Por esa razón decidió jugarse por la opción antiturca; en 1915 encomendó a su hijo mayor el príncipe Ali, que recabara el compromiso de las diversas tribus del emirato para que se levantaran en armas cuando se les enviara la señal. Al príncipe Faisal, lo envió a Damasco para que concretara el levantamiento de las tropas sirias que combatían en las filas otomanas. A Abdallah, le encargó que solicitara la ayuda británica contra los turcos y el compromiso de que cuando el Imperio Otomano fuera derrotado, todas sus posesiones árabes pasarían a formar parte de un gran reino árabo-musulmán.
El encargado de realizar la negociación con el sharif Husain fue Henry MacMahon [9], alto comisionado británico en El Cairo. Ocho cartas se cruzaron entre el 14 de junio de 1915 y el 30 de marzo de 1916. En esa correspondencia Husain-MacMahon, el británico acepta conceder la mayor parte de lo que solicita Husain; por ejemplo, en la carta del 24 de octubre el alto comisionado asegura al soberano hashimí que su país está dispuesto a reconocer y propiciar la independencia de los árabes en toda la Península Arábiga, exceptuando Adén (colonia británica), y en todo el Creciente Fértil, excluyendo “los distritos de Mersin (Cilicia), Alejandreta (hoy Iskenderun, Turquía) y la zona siria situada al oeste de Damasco (o sea el actual Líbano), Homs, Hamma y Alepo, "porque no puede asegurarse que sean puramente árabes y deberán, por tanto, excluirse de los límites exigidos".
En su respuesta del 13 de diciembre de 1915, Husain reconocía a su interlocutor que sus argumentos eran válidos respecto de los dos primeros distritos (Mersin y Alejandreta), pero rechazaba la exclusión de los vilayatos de Alepo y de Beirut (situado al oeste de Damasco), “que son regiones puramente árabes”. En carta posterior, el 1 de enero de 1916, Husain concedía una ocupación temporal francesa de la costa libanesa y de la capital, Beirut.
Otro asunto mal delimitado en esta negociación fue el de Palestina. En las posteriores discusiones, relacionadas con la creación del Estado de Israel, los defensores de la actuación británica han anotado que estaba excluida de lo prometido al soberano hashimí, pues “se halla al oeste de Damasco”; en la controversia, los árabes alegan que, en efecto, está al oeste de Damasco, pero tan al sur que sólo un acto de mala fe podría situar Palestina, con precisión, al “oeste de Damasco”.
Por otro lado, que en la misma relación se hablase de Mersin, Alejandreta (Turquía), Homs (Siria), Hama (Siria) y Alepo (Siria), indica que el alto comisionado se estaba refiriendo a la zona costera de Siria, salvo que se tratara de engañar al sharif.
La pésima situación general que estaban pasando Inglaterra y Francia en la guerra explica que MacMahon prometiera casi cuanto exigía el sharif para lanzar cuanto antes a los árabes a la contienda. Pero mientras Londres negociaba con los árabes, también se repartía con París las tierras árabes en poder otomano, aunque no hubieran ganado la guerra todavía y aunque les repugnara hacer concesiones a Francia.
Lord Harcourt, encargado británico de asuntos coloniales, le decía a su primer ministro Herbert Henry Asquith (1852-1928): «Sería desafortunado que Francia se convirtiera en guardián de los Santos Lugares, que yo desearía ver en manos británicas».
Con una indisimulada codicia, mientras MacMahon hacía promesa a los árabes para que iniciaran la lucha, en 1916 se reunieron sendas comisiones encabezadas por el británico Mark Sykes [10], jefe del departamento de Asuntos Orientales del Foreign Office (Ministerio de RR.EE. británico), y el diplomático francés Georges Picot [11], que el 16 de mayo firmaron el acuerdo que lleva sus nombres. En él se consideraba militarmente interesante atraerse a los árabes y hacerles algunas concesiones.
Pero el acuerdo Sykes-Picot tenía un alcance muy superior, que sería secreto hasta el final del conflicto. Por un lado, trataba de frenar el expansionismo ruso hacia el Mediterráneo y, por otro, Inglaterra y Francia se repartían en zonas de influencia gran parte de las posesiones otomanas en Arabia y el Medio Oriente.
La independencia de los árabes sería muy limitada: Francia se quedaba con la administración del sur de Turquía y Líbano; Inglaterra, con la mitad sur de Irak, la zona occidental de Persia y el norte de Arabia.
Ambas potencias se reservaban, asimismo, dos zonas de influencia, donde estarían dispuestas a “reconocer y proteger un Estado árabe independiente o una Confederación de estados árabes”: la zona A, de dominio francés, comprendía el norte de Irak y Siria; la zona B, de soberanía británica, la actual Jordania y el desierto del Neguev. Palestina quedaría bajo mandato conjunto británico, francés y ruso.
El sur del paralelo 29, es decir, casi toda Arabia, Kuwait, los emiratos del Golfo Pérsico y Yemen, no estaba incluido en el acuerdo, pero Londres se quedaba, asimismo, con el derecho de influencia sobre ese territorio. A Rusia se le reservaban algunas migajas: Trebisonda, Erzerum, el sur del Kurdistán y presencia en Palestina. El acuerdo contemplaba, también, concesiones portuarias, ferroviarias, hidráulicas, aduaneras y comerciales en favor de París y Londres.
Ignorando ese acuerdo, el 5 de junio de 1916, los árabes iniciaron la Gran Revolución Árabe (al-Zaura al-arabiyya al-kubra) contra los turcos. Mientras tanto la guerra se prolongaría mucho y sufriría múltiples avatares.
En Inglaterra, el gobierno del primer ministro Asquith fue reemplazado por el de Lloyd George en diciembre de 1916, en el que figuraban los lores George Curzon (1859-1925), Leopold Amery (1873-1955), Alfred Milner (1854-1925) y el general sudafricano Jan Smuts (1870-1950), conocidos como el grupo de los “imperialistas”. Su pensamiento político era “permitir a las comunidades que componen el Imperio Británico desarrollar sus instituciones y construir sus estructuras económicas y sociales en paz y seguridad”.
Dentro de esa formulación latía el imperialismo en estado puro: para conseguir esos fines pretendían eliminar toda base extranjera potencialmente hostil y dominar las tierras por las que discurrieran las comunicaciones del Imperio. Por lo cual Londres determinó que "La seguridad Imperial hace deseable que Inglaterra se haga con el control de África Oriental alemana, Palestina y Mesopotamia".
Con África Oriental (Tanzania, Ruanda y Burundi) eliminaría enemigos en la ruta a la India; Palestina y Mesopotamia garantizarían la seguridad del Canal de Suez y un paso terrestre hacia el Golfo Pérsico. El problema era que Francia también deseaba Palestina.
Estos posicionamientos políticos tenían lugar en la primavera boreal de 1917, en medio de una cascada de acontecimientos que afectaban a la guerra.
La caída del Zar Nicolás II (16 de marzo de 1917) y el estallido de la Revolución Bolchevique retiraban a Rusia del conflicto, permitiendo a los alemanes concentrar todas sus tropas en el Oeste. A sacar a los franco-británicos del apuro acudió Estados Unidos, que declaró la guerra a los Imperios Centrales (2 de abril de 1917).
Ambas circunstancias modificaron los acuerdos Sykes-Picot: los rusos quedaban fuera del reparto y los norteamericanos llegaban con los “catorce puntos” [12] de Wilson [13], el primero de los cuales exigía el fin de la diplomacia secreta, en realidad una maniobra para frustrar el contubernio entre Londres-París.
Y ¿Quién ayudó y financió a los revolucionarios rusos en su apoderamiento de Rusia? ¿Quién apoyó a Lenin, Trotsky y a Stalin cuando crearon la revolución y el derramamiento de sangre en toda Rusia?
Los instrumentos de esta nueva alianza entre los soviéticos y el Vaticano eran los Jesuitas, QUE SON CRIPTO-JUDÍOS. En algún otro post trataré de hablar de los cripto-judíos (otro tema pendiente de hace rato) y los jesuitas, acá baste la mención.
Los que auspiciaron económicamente a los Jesuitas en la Revolución se encontraban en América. William Franklin Sands, el director del Banco de Reserva en Nueva York, había contribuido con un millón de dólares a los Bolcheviques. (Anthony Sutton, Wall Street and the Bolchevique Revolution, Veritas Publishing, pp. 133-134).
Pero Jacob Schiff fue el principal Jesuita en América a quien se le asignó apoderase del sistema bancario en América y establecer una Reserva Federal. "Llegó a América al final del siglo 18 bajo las órdenes de los Rothschild de tomar control del sistema bancario Americano. Para finales del siglo, en el año 1900, Schiff tenía el control de la fraternidad de banqueros completa en Wall Street". (Myron Fagan, The Illuminati and the Council on Foreign Relations, Taped Lectura).
Ya que Schiff tenía el control del Banco de Reserva Federal, tenía entonces una buena fuente de dinero para financiar la Revolución en Rusia, lo que les permitiría SACARLA DE EN MEDIO para que no estorbara.
Jacob Schiff estaba en control de la Fraternidad completa de banqueros y estaba financiando a un gobierno que apoyaba los principios que constituían una antítesis de la Constitución de los Estados Unidos. Schiff pretendía ser un capitalista americano. Vivía en América, pero su objetivo principal era el objetivo del Papa: la destrucción final del sistema americano. AMÉRICA FUE CREADA PARA SER DESTRUIDA, SEÑORES... PORQUE NO ES NI LA OPCIÓN A NI LA B LAS QUE INTERESAN A LOS ILLUMINATI, SINO LA SÍNTESIS C.
Manly P. Hall escribe lo siguiente: "El brillante plan de los antiguos ha sobrevivido hasta nuestra época". Y "La democracia mundial era el sueño de los grandes filósofos clásicos... Y esto continuará a perdurar hasta que el gran trabajo sea cumplido". ¿A qué "gran trabajo" se refiere? Seguramente al Nuevo Orden Mundial. (Manly Palmer Hall, The Secret Destiny of America, Philosophical Research Society 3341 Griffith Park Boulevard, Los Angeles 27, California, 1944).
En 1966, en Nueva York fue publicado un inquietante libro: Tragedy and Hope (Tragedia y esperanza) por el Doctor Carroll Quigley. En el libro el autor desveló la existencia de un complot de envergadura casi mundial y reconoció su pertenecia a la élite de “Iniciados”, que son los instigadores.
Según “Quigley”, este “círculo influyente” era una “fraternidad bancaria internacional”, organizada alrededor de los Rothschild y la Kuhn, Loeb and Co, que tenía como objetivo último, el de “crear un sistema de control mundial, centralizado entre las manos de personalidades que sean capaces de dominar los sistemas políticos de cada país, después constituir una especie de un gran conjunto económico planetario". Según Quigley, el complot, preparado desde hace tiempo, se realiza por las incesantes maniobras clandestinas de la Finanza internacional.
El doctor Quigley formaba parte de la red del gobierno oculto y escribe en la página 950: “Sé de las operaciones de esta red porque la he estudiado durante veinte años y se me permitió durante dos años a principios de los 60 examinar sus documentos y grabaciones secretas, señalando que, durante los últimos 200 años, mientras los pueblos del mundo estaban ganando gradualmente su libertad política de las monarquías, las familias banqueras más importantes del mundo estaban anulando la tendencia hacia un gobierno representativo mediante el establecimiento de nuevas dinastías de control político, pero entre bastidores, en la forma de asociaciones financieras internacionales. Estas dinastías banqueras habían aprendido que todos los gobiernos, ya sean monarquías o democracias deben pedir prestado dinero en momentos de emergencias y que al proveer tales fondos de sus propias fuentes privadas (con condiciones impuestas, por supuesto), podrían tener gradualmente a los reyes y los líderes democráticos bajo su control. Estas dinastías incluyen nombres como Baring, Hambros, Lazard, Erlanger, Warburg, Shroeder, Seligman, los Speyers, Mirabaud, Mallet, Fould, y por encima de todos Rothschild, Rockeffeller y Morgan. Todas estas familias colaboraron para crear una superestructura de poder oculto". El Doctor Quigley identifica a este grupo como los “banqueros internacionales”, Los banqueros internacionales tratan con los gigantes internacionales del mundo con otras instituciones financieras y especialmente con gobiernos. La clave de su éxito ha sido controlar y manipular el sistema monetario de una nación dejando que parezca que es controlado por el gobierno.
Menciono todo esto porque son los pasos previos que llevaron a la consecución de LA LIGA DE LAS NACIONES (después ONU), para que relaciones la mayor cantidad de puntos posibles.
Los “catorce puntos” de Wilson no eran otra cosa que el debut norteamericano en la alta política internacional, un espacio que hasta ese momento habían ocupado exclusivamente las potencias europeas. Además, la ofensiva norteamericana buscaba posicionarse en el Medio Oriente en busca de recursos petroleros hasta ahora monopolizados por los británicos. Es por eso que buscaba ganarse las simpatías de los pueblos de la región mediante una apariencia “justa y democrática”, imagen que nunca se habían preocupado por ostentar británicos y franceses.
Wilson proclamaría esos postulados a través de declaraciones rimbombantes: "Sería muy difícil hacer la paz en términos que impliquen acuerdos en Asia Menor en beneficio de naciones particulares en lugar de beneficiar y proteger a los pueblos de esa parte del mundo. El sentimiento mundial es ahora agresivamente democrático y será preciso acercarse a él", le dijo Wilson a Paul Cambon, embajador francés en Washington, que abandonó la Casa Blanca estupefacto.
El Senador Henry Cabot Lodge Sr. detuvo la participación de los Estados Unidos en la Liga de las Naciones. El plan de crear un gobierno mundial desde el cual pudiesen controlar al mundo fue detenido sólo temporalmente. Esta parte del plan tuvo que hacerse esperar por 27 años antes de que se repitiese otra vez, cuando la Segunda Guerra Mundial culminó con la creación de las Naciones Unidas.
Es importante mirar de cerca al Presidente Woodrow Wilson. Wilson era controlado y dominado por el Coronel Edward Mandell House. Wilson dijo:
"El Señor House es mi segunda personalidad, mi ser independiente, sus pensamientos y los míos son uno sólo". Charles Seymour, The Intimate papers of Coronel House, Houghton Mifflin, vol. 1, pp. 114-115.
"Durante siete largos años el Coronel House fue el "otro yo" del Presidente Woodrow Wilson... Fue House quien hizo la selección del Gabinete, formuló las primeras políticas de la administración y prácticamente dirigió los asuntos de los Estados Unidos con el extranjero. Teníamos en vez de un presidente, dos... Un super Embajador hablaba con los Emperadores y los Reyes como iguales suyos. Él era el Generalísimo de la administración". George Viereck, The Strangest Friendship in History: Woodrow Wilson and Coronel House, Liveright Publishers, pp. 18, 19, 33.
Viereck dice en las páginas 106 a 108 que mientras Wilson estaba corriendo como candidato a reelección en el 1916 bajo la plataforma de “haberlos mantenido al margen de la guerra”, House estaba negociando un acuerdo secreto con Inglaterra y Francia, en nombre de Woodrow Wilson, mediante el cual América entraría en la guerra justo después de las elecciones. House también estaba íntimamente relacionado con los centros de poder económico en Europa.
Edward Mandell House controlaba completamente a Woodrow Wilson, en favor de los deseos de la élite. Él utilizó a Wilson como una marioneta para crear la Liga de las Naciones. Pero después que terminó la Primera Guerra Mundial, la élite no obtuvo lo que querían, porque aunque Woodrow Wilson y Edward Mandell House se las arreglaron para obtener la Liga de las Naciones, fallaron miserablemente porque los Estados Unidos no se unieron a ella. Por tanto, se requería otra guerra. Una guerra tan devastadora que la gente pidiese a gritos por la creación de las Naciones Unidas. Y se venía la Segunda Guerra Mundial.
La diplomacia británica aprendió enseguida a capear el temporal: si la anexión estaba proscrita dentro de la nueva moralidad política, podía aprovecharse la idea de la autodeterminación de los pueblos para conseguir los propósitos imperiales. Esa fue la idea que provocó la “Declaración Balfour”, que concedía un hogar en Palestina a un “pueblo judío” inexistente ya que hasta la fecha lo único que existían eran comunidades judías asentadas desde hace centenares de años en diversas regiones del mundo que representaban unas treinta ocho etnias diversas que de ninguna manera conformaban un pueblo.
No fue un asunto filantrópico, precipitado o menor, que casualmente tendría extraordinarias consecuencias para Palestina, sino un documento político de rango mayor, debatido durante cinco meses. Londres sopesó cuidadosamente su fórmula, tono y contenido —tanto que se estudiaron tres redacciones— pues, por un lado, no quería crear susceptibilidades entre los árabes y, por otro, el propósito del hogar judío en Palestina era instalar allí a un aliado fiel y dependiente.
Lo que generalmente no se comenta respecto a la mencionada declaración fue que un lord inglés, Lord Balfour [14], prometió a otro lord inglés, Lord Rothschild [15], un sionista, la tierra de un tercero, el pueblo palestino.
Arthur Koestler [16], analizando “el milagro de Israel”, comenta así este documento cínico: "Es un documento por el cual una nación promete solemnemente a otra nación el territorio de una tercera nación, aunque la nación a la que está hecha la promesa no fuese una nación, sino una comunidad religiosa y el territorio, en el momento en el que se promete, pertenecía a una cuarta nación, Turquía" (A. Koestler, Analysed’unmiracle. Citado por Gaetano Baldacci, Arabi o Ebrei, Longanesi et C., Milán, 1968, p. 97). "Balfour remachó con esta frase arrogante la decisión: "Las cuatro grandes potencias (Inglaterra, Francia, Rusia y EE.UU.) están comprometidas con el sionismo. Y el sionismo es de una importancia mucho más profunda que los deseos y prejuicios de los 700 mil árabes que hoy habitan esas antiguas tierras”" (Citado en Edward W. Said, The Question of Palestine, Vintage, Nueva York, 1992).
La Declaración Balfour del viernes 2 de noviembre de 1917, por la cual Inglaterra prometía “el establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina”, es nula por más de un motivo. La Declaración Balfour concernía a un territorio respecto al cual Inglaterra estaba sin relación de derecho y designaba un adjudicatario desprovisto de toda calidad para recibirlo.
Por otra parte, la Declaración Balfour no es el resultado de un acuerdo interestatal. No es más que una carta enviada por Lord Balfour a una persona privada que no tenía ningún título para contraer un compromiso oficial ya que su destinatario, Lord Rothschild, súbdito británico sionista, no representaba siquiera a la comunidad judía. La Declaración Balfour, además de ser una burla del derecho internacional, tiene la misma validez que los acuerdos Sykes-Picot. Es una decisión imperialista de disponer de territorios tomados por la fuerza como fueron los de Siria, Líbano e Irak.
RECOMIENDO LA LECTURA DE LA SERIE SOBRE SIONISMO como complemento y ampliación del tema:
Los judíos en Palestina —cuyo Estado no tardaría en constituirse según pensaban los “imperialistas”— garantizarían los intereses británicos con la misma firmeza que si ondeara allí su bandera.
No habían sido ninguna casualidad la serie de declaraciones probritánicas emitidas por Theodor Herzl (1860-1904), el fundador oficial del sionismo, veinte años antes.
A Inglaterra, su nación favorita, Herzl le asegura que diez millones de judíos "tendrán todos a Inglaterra en el corazón, si mediante esa acción se convierte en la potencia protectora del pueblo judío. De un golpe, Inglaterra tendrá diez millones de súbditos secretos pero leales, activos en todas las clases sociales de todo el mundo. Ante una señal, todos ellos se pondrán al servicio de la nación magnánime que da una ayuda largamente deseada... Inglaterra tendrá diez millones de agentes para su grandeza y su influencia. Y todo el efecto de esta clase de cosas generalmente se difunde de lo político a lo económico" (Raphael Patai, editor, y Harry Zohn, traductor, Diaries of Theodor Herzl, Nueva York/Londres, 1960, págs. 1365-66).
Herzl, de cultura germanófila e imperialista, hará una precisa descripción de la tarea específica que llevará a cabo el sionismo en las décadas venideras: "Para Europa formaríamos allí parte integrante del baluarte contra el Asia: constituiríamos la vanguardia de la cultura en su lucha contra la barbarie. Como estado neutral mantendríamos relaciones con toda Europa que, a su vez, tendría que garantizar nuestra existencia" (T. Herzl: El Estado Judío. en Páginas Escogidas, Editorial Israel, Buenos Aires, pág. 112).
Las concepciones de Herzl van desde el racismo eurocentrista a una poca conocida pero inocultable tendencia al terrorismo y a la eliminación física de sus opositores: "Ahora bien: si se quiere fundar hoy una nación, no hay que hacerlo de la manera que hace mil años fuera la única posible. Sería una insensatez regresar a estados de cultura ya superados, cosa que querrían algunos sionistas. Por ejemplo, si tuviéramos que exterminar a las fieras en determinado país, no lo haríamos a la manera de los europeos del siglo V. No atacaríamos aisladamente a los osos armados de jabalinas y lanzas, sino que organizaríamos una grande y alegre cacería, dando batida a las bestias hasta tenerlas reunidas y entonces les arrojaríamos una bomba de melinita" (T. Herzl: El Estado Judío, en Páginas Escogidas, págs. 110-111).
A cambio de la “Promesa Balfour”, Londres favoreció la emigración a Palestina de un pueblo que le guardase el camino de la India. Ochenta años antes, cuando el sionismo de Herzl no existía, el político inglés Edward Ledwich Mitford, escribe en su Appeal in the favour of the Jewishnation in Connectionwith British Policy in the Levant (Llamamiento en favor de la nación judía en conexión con la política británica en el Levante): "Además de sus incalculables ventajas económicas y estratégicas, un Estado judío pondría totalmente en nuestras manos la organización de nuestras vías de comunicación por vapor, y nos daría una posición predominante en Oriente a partir de la cual podríamos hacer fracasar cualquier intento que tendiese a entorpecerlas, dejar atrás a nuestros enemigos, y, eventualmente, rechazar sus ataques" (citado por Israel Cohen en The Zionist Movement, Nueva York, 1946, pág. 52). Estamos, sin lugar a dudas, ante la presencia de un sionismo no judío. El sionismo oficial de Herzl abrevaría y encontraría argumentos en los razonamientos de este sionismo gentil que jamás habían sido sostenidos antes por las comunidades religiosas judías.
Los ejemplos abundan y basta con citar el caso ejemplar del coronel George Gawler (1796-1869). Este militar británico combatió como comandante en la batalla de Waterloo y fue el primer gobernador de la colonia de Australia (1838-1841).
Durante toda su vida propagó la idea de que los judíos debían establecer asentamientos agrícolas en Palestina. El 10 de agosto de 1860, Gawler escribió estas líneas en el periódico Jewish Chronicle editado en Londres en lengua inglesa: "Yo estaré verdaderamente complacido al ver en Palestina una fuerte guardia de judíos estableciendo florecientes asentamientos agrícolas propios sobre las montañas de Israel contra todos los agresores. No puedo desear nada más glorioso en esta vida que ayudarlos a realizar esa tarea".
El más ferviente de los protagonistas de un proyecto de implantación de un estado judío en Palestina, Laurence Oliphant [17], en su libro The land of Gilead [18], With Excursion in the Lebanon (1880), escribía lo siguiente al referirse a Palestina: "Inglaterra tiene que decidir si acometerá la explotación de las ciudades en ruina, desarrollará los vastos recursos agrícolas de este país, mediante la repatriación de la “raza” (las comillas son nuestras) que lo poseyó en primer lugar, hace mil años (¿?), y asegurará las enormes rentas políticas producidas por esta política" [19].
Su biógrafo, Henderson, resume del modo siguiente el objetivo fundamental de Oliphant: "Lo que Oliphant propone no es sino la penetración política y económica de Inglaterra en Palestina, siendo los judíos unas piezas de juego" (Philippe Henderson: The life of Laurence Oliphant, Ed. Robert Hale, Londres, 1956, pág. 204). El proyecto de Oliphant preveía expulsar igualmente de Palestina a los beduinos guerreros y arrinconar a los campesinos árabes en reservaciones, al igual que los pieles rojas en América del Norte.
Un miembro activo de la Palestine Exploration Fund [20], Charles Warren [21], proponía por su parte que la Tierra Santa fuera colocada bajo la autoridad de una compañía según el modelo de la Compañía de las Indias, durante un período de veinte años. Naturalmente los palestinos no tenían por qué ser consultados. Tampoco lo serían para la Declaración Balfour de 1917.
Hay que señalar que el libro del pastor anglicano William Hischler (1845-1931), titulado The Restauration of the Jews to Palestine (1894), se adelanta dos años a la aparición del libro de Herzl "El Estado Judío" (1896).
Es la época en que Joseph Chamberlain [22] era Secretario de Estado para las colonias. Aunque no manifiesta interés alguno por las profecías bíblicas, cree que la "vocación nacional" del Imperio Británico es la de convertirse en "la fuerza dominante de la historia mundial y de la civilización universal". Nos dice su biógrafo Amery que "Él consideraba a los judíos como un grupo de colonos prestos a implantarse (en Palestina), a desarrollar y utilizar la tierra bajo la égida de Inglaterra" [23].
Así que, al mirar todo esto con el tamiz de la historia, se tiene la impresión de que las causas remotas de la Declaración Balfour se remontan en realidad a comienzos del siglo XIX, cuando el movimiento sionista no existía aún. Pero esto no nos sorprende a los que sabemos que LA CONSPIRACIÓN DATA DE MUCHOS SIGLOS ANTES...
Otro capítulo aparte es la temática de la oposición judía al sionismo. En el momento mismo en que era fundado el sionismo político en el Congreso de Basilea, en 1897, la Conferencia de Montreal, el mismo año, a propuesta del Rabí Isaac Meyer Wise [24], la personalidad judía más representativa de las Américas a la sazón, votaba esta moción, que marcaba la oposición radical entre las dos lecturas, tribal o universalista, de la Biblia: "Desaprobamos totalmente toda iniciativa tendente a la creación de un Estado judío. Intentos de este género ponen de relieve una concepción errónea de la misión de Israel que, de un campo político y nacional estricto, ha sido ampliada para la promoción, en la humanidad entera, de la religión liberal y universalista que los profetas judíos fueron los primeros en proclamar... Nosotros afirmamos que el objetivo del judaísmo no es ni político ni nacional, sino espiritual, y que se encarga de acrecentar la paz, la justicia y amor a los hombres. Aspira a una época mesiánica en la que todos los hombres reconozcan pertenecer a una sola y grande comunidad para el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra" [25].
También en 1897, L’Univers Israelite, principal órgano comunitario judío de Francia, daba cuenta del eventual impacto del proyecto sionista sobre la población palestina y planteaba cuestiones desasosegantes: [26].
Igualmente, los sabios judíos de Europa Oriental se opusieron firmemente a los intentos sionistas de secularizar el Judaísmo. Uno de sus mayores representantes, Sadoq de Lublin (1823-1900), cuando hizo un viaje a Palestina, escribió estas líneas que no dejan lugar para las dudas de su profundo sentimiento antisionista: "Jerusalén es la más excelsa de las cumbres y hacia ellas se dirigen los corazones de Israel... Pero temo que mi viaje y ascenso a Jerusalén puedan parecer un gesto de de aprobación de la actividad sionista. Ansío la presencia del Señor, mi alma ansía Su palabra, y que llegue el Día de la Redención. Espero y me mantengo atento a la aparición de Sus pies ungidos. Pero aunque trescientos azotes de hierro me aflijan, no me apartaré de mi lugar. No ascenderé para beneficio de los sionistas" [27].
"Hay gran desaliento en Tierra Santa —escribe el rabino Joseph Hayyim Sonnenfeld (1848-1932)—, porque estos hombres perversos que niegan al Único del mundo y su sagrada Torah han proclamado con mucha publicidad que está a su alcance apresurar la redención del pueblo de Israel y reunir a los dispersos que están en todos los rincones de la tierra".
Cuando Theodor Herzl entró en Palestina en 1898, agregó: "el mal entró con él, y aún no sabemos lo que tenemos que hacer contra los destructores de la totalidad de Israel, el Señor nos asista" [28].
El Rabí Hirsch decía con vehemencia en el Washington Post del 3 de octubre de 1978: "El sionismo es diamentralmente opuesto al judaísmo. El sionismo quiere definir al pueblo judío como una entidad nacional... Esto es una herejía. Los judíos han recibido de Dios la misión, que no es la de forzar su retorno a la Tierra Santa contra la voluntad de quienes la habitan. Si lo hacen, asumen sus consecuencias. El Talmud dice que esta violencia hará de vuestra carne presa de los gamos en el bosque... El Holocausto es una consecuencia del sionismo".
Tras la conclusión de la Gran Guerra (Armisticio de Rethondes, 11-11-1918), los vencedores organizaron la conferencia de Paz de Versailles que debía resolver los problemas suscitados por la contienda y adoptar las medidas para que no volviera a repetirse.
No ocurrió tal: el revanchismo de los vencedores propició la desesperación y el rencor de los vencidos, caldo de cultivo donde floreció el nazismo.
El periodista e historiador francés, Raymond Cartier (1904-1975) escribió: «La Primera Guerra Mundial habría debido tener como conclusión una victoria aliada indiscutible, seguida de una reconciliación. Pero se haría lo contrario: de una victoria incompleta, saldría una paz ridículamente rigurosa».
“La paz cartaginesa”, en palabras de John Maynard Keynes (1883-1946), impuesta a los vencidos, frustró las esperanzas de una paz justa y duradera.
La constitución de la Sociedad de Naciones (el 28 de junio de 1919) fue el instrumento de los vencedores para lograr sus fines.
A los efectos que aquí interesan, las potencias se repartieron los territorios desgajados del Imperio Otomano según sus intereses estratégicos o económicos. Partieron tribus, clanes y familias y trazaron a regla y lápiz fronteras donde antes había pastizales, pozos de agua y relaciones de parentesco. Defraudaron las aspiraciones nacionales, levantaron tronos, instalaron nuevos pueblos...
El resultado son noventa años de guerras, de inestabilidad, de rencor, de sufrimiento, de dictaduras y de atraso... Ninguno de los problemas de entonces se ha solucionado; los más se han ampliado. Basta con echar una ojeada a la actualidad: el problema palestino-israelí, la crisis del Líbano y la ocupación de Irak.
También la conferencia convalidó el Tratado secreto de Londres (1915) por el cual Italia se incorporó al conflicto junto a la Entente tras serle prometido por Francia y Gran Bretaña diversas anexiones: Trentino, Alto Adigio, Istria, la mayor parte de Dalmacia, Libia, Eritrea, Somalia y concesiones en Asia Menor (Anatolia e islas del Dodecaneso).
Otra arbitrariedad fue la disolución del Imperio Austro-Húngaro. La Europa Central y Oriental fueron partidas antojadizamente.
La aplicación del principio de las nacionalidades a una realidad tan compleja étnica y linguísticamente como la de esta zona provocó una intrincada labor de diseño de fronteras tratando de separar lo que a menudo era inseparable. Las minorías nacionales fueron la regla en los nuevos estados surgidos en la región. La zona estaba llena de focos de conflicto.
Sin embargo, la peor parte la sufrió Alemania. El “acuerdo de Paz” obligaba a Alemania a devolver Alsacia y Lorena a Francia, a entregar sus colonias a Inglaterra, Francia y Sudáfrica bajo la fórmula de “mandatos” (y las de Asia, a Japón, Australia y Nueva Zelanda), a ceder también parte de sus territorios del este a la nueva Polonia y Schleswig a Dinamarca.
La región del Saar quedó bajo administración de la Sociedad de las Naciones y ocupación francesa hasta 1935; la del Rin fue desmilitarizada y ocupada por fuerzas aliadas. En el este, se reconstruyó efectivamente Polonia. Danzig, ciudad de mayoría alemana en territorio polaco, fue declarada Ciudad Libre pero se trazó un “pasillo polaco” entre Danzig y la frontera alemana para permitir el acceso de Polonia al mar, cortando así Prusia oriental del resto de Alemania. En el otro extremo de Prusia oriental, el puerto de Memel fue entregado, bajo control internacional a Lituania.
El ejército alemán quedó reducido a 100.000 hombres. Por la cláusula 231, el tratado declaró a Alemania culpable de la Guerra y le hizo responsable de las pérdidas y daños causados.
Por esa razón debió pagar la friolera de 2.200 millones de liras esterlinas más los intereses. Mientras, se obligaba a Alemania a entregar a los Aliados, como anticipo, sus flotas mercante y de guerra (los marineros hundieron esta última antes de hacerlo), ciertas cantidades de carbón y las propiedades de ciudadanos alemanes en el extranjero. Finalmente, se prohibía la posible unidad de Alemania con Austria.
El Tratado de Versailles, en particular, fue uno de los acuerdos más controvertidos que jamás se firmaran, e incluso fue criticado en los países Aliados por su extrema dureza para con los alemanes, quienes sin duda protestarían tan violentamente que sería imposible evitar, tarde o temprano, otra guerra.
No es necesario realizar la crónica detallada de la historia del período de entreguerras para comprender que el Tratado de Versailles no podía ser la base de una paz estable. Estaba condenado al fracaso desde el principio (PORQUE ESA ERA LA IDEA) y, por lo tanto, el estallido de una nueva guerra era prácticamente seguro.
Husain, ambicioso y soñador, pero tremendamente ingenuo, soñaba con ser califa de un estado musulmán que abarcara desde el Mediterráneo al Índico. Por esa razón decidió jugarse por la opción antiturca; en 1915 encomendó a su hijo mayor el príncipe Ali, que recabara el compromiso de las diversas tribus del emirato para que se levantaran en armas cuando se les enviara la señal. Al príncipe Faisal, lo envió a Damasco para que concretara el levantamiento de las tropas sirias que combatían en las filas otomanas. A Abdallah, le encargó que solicitara la ayuda británica contra los turcos y el compromiso de que cuando el Imperio Otomano fuera derrotado, todas sus posesiones árabes pasarían a formar parte de un gran reino árabo-musulmán.
El sharif HusainIbnAli
El encargado de realizar la negociación con el sharif Husain fue Henry MacMahon [9], alto comisionado británico en El Cairo. Ocho cartas se cruzaron entre el 14 de junio de 1915 y el 30 de marzo de 1916. En esa correspondencia Husain-MacMahon, el británico acepta conceder la mayor parte de lo que solicita Husain; por ejemplo, en la carta del 24 de octubre el alto comisionado asegura al soberano hashimí que su país está dispuesto a reconocer y propiciar la independencia de los árabes en toda la Península Arábiga, exceptuando Adén (colonia británica), y en todo el Creciente Fértil, excluyendo “los distritos de Mersin (Cilicia), Alejandreta (hoy Iskenderun, Turquía) y la zona siria situada al oeste de Damasco (o sea el actual Líbano), Homs, Hamma y Alepo, "porque no puede asegurarse que sean puramente árabes y deberán, por tanto, excluirse de los límites exigidos".
Henry MacMahon
En su respuesta del 13 de diciembre de 1915, Husain reconocía a su interlocutor que sus argumentos eran válidos respecto de los dos primeros distritos (Mersin y Alejandreta), pero rechazaba la exclusión de los vilayatos de Alepo y de Beirut (situado al oeste de Damasco), “que son regiones puramente árabes”. En carta posterior, el 1 de enero de 1916, Husain concedía una ocupación temporal francesa de la costa libanesa y de la capital, Beirut.
Otro asunto mal delimitado en esta negociación fue el de Palestina. En las posteriores discusiones, relacionadas con la creación del Estado de Israel, los defensores de la actuación británica han anotado que estaba excluida de lo prometido al soberano hashimí, pues “se halla al oeste de Damasco”; en la controversia, los árabes alegan que, en efecto, está al oeste de Damasco, pero tan al sur que sólo un acto de mala fe podría situar Palestina, con precisión, al “oeste de Damasco”.
Por otro lado, que en la misma relación se hablase de Mersin, Alejandreta (Turquía), Homs (Siria), Hama (Siria) y Alepo (Siria), indica que el alto comisionado se estaba refiriendo a la zona costera de Siria, salvo que se tratara de engañar al sharif.
La puñalada por la espalda
La pésima situación general que estaban pasando Inglaterra y Francia en la guerra explica que MacMahon prometiera casi cuanto exigía el sharif para lanzar cuanto antes a los árabes a la contienda. Pero mientras Londres negociaba con los árabes, también se repartía con París las tierras árabes en poder otomano, aunque no hubieran ganado la guerra todavía y aunque les repugnara hacer concesiones a Francia.
Lord Harcourt, encargado británico de asuntos coloniales, le decía a su primer ministro Herbert Henry Asquith (1852-1928): «Sería desafortunado que Francia se convirtiera en guardián de los Santos Lugares, que yo desearía ver en manos británicas».
Con una indisimulada codicia, mientras MacMahon hacía promesa a los árabes para que iniciaran la lucha, en 1916 se reunieron sendas comisiones encabezadas por el británico Mark Sykes [10], jefe del departamento de Asuntos Orientales del Foreign Office (Ministerio de RR.EE. británico), y el diplomático francés Georges Picot [11], que el 16 de mayo firmaron el acuerdo que lleva sus nombres. En él se consideraba militarmente interesante atraerse a los árabes y hacerles algunas concesiones.
Pero el acuerdo Sykes-Picot tenía un alcance muy superior, que sería secreto hasta el final del conflicto. Por un lado, trataba de frenar el expansionismo ruso hacia el Mediterráneo y, por otro, Inglaterra y Francia se repartían en zonas de influencia gran parte de las posesiones otomanas en Arabia y el Medio Oriente.
La independencia de los árabes sería muy limitada: Francia se quedaba con la administración del sur de Turquía y Líbano; Inglaterra, con la mitad sur de Irak, la zona occidental de Persia y el norte de Arabia.
Ambas potencias se reservaban, asimismo, dos zonas de influencia, donde estarían dispuestas a “reconocer y proteger un Estado árabe independiente o una Confederación de estados árabes”: la zona A, de dominio francés, comprendía el norte de Irak y Siria; la zona B, de soberanía británica, la actual Jordania y el desierto del Neguev. Palestina quedaría bajo mandato conjunto británico, francés y ruso.
Asquith y Sykes, arquitectos de la división de Medio Oriente en 1916
El sur del paralelo 29, es decir, casi toda Arabia, Kuwait, los emiratos del Golfo Pérsico y Yemen, no estaba incluido en el acuerdo, pero Londres se quedaba, asimismo, con el derecho de influencia sobre ese territorio. A Rusia se le reservaban algunas migajas: Trebisonda, Erzerum, el sur del Kurdistán y presencia en Palestina. El acuerdo contemplaba, también, concesiones portuarias, ferroviarias, hidráulicas, aduaneras y comerciales en favor de París y Londres.
Ignorando ese acuerdo, el 5 de junio de 1916, los árabes iniciaron la Gran Revolución Árabe (al-Zaura al-arabiyya al-kubra) contra los turcos. Mientras tanto la guerra se prolongaría mucho y sufriría múltiples avatares.
En Inglaterra, el gobierno del primer ministro Asquith fue reemplazado por el de Lloyd George en diciembre de 1916, en el que figuraban los lores George Curzon (1859-1925), Leopold Amery (1873-1955), Alfred Milner (1854-1925) y el general sudafricano Jan Smuts (1870-1950), conocidos como el grupo de los “imperialistas”. Su pensamiento político era “permitir a las comunidades que componen el Imperio Británico desarrollar sus instituciones y construir sus estructuras económicas y sociales en paz y seguridad”.
Lord George Curzon Lord Alfred Milner
Lord Leopold Amery General Jan Smuts
Dentro de esa formulación latía el imperialismo en estado puro: para conseguir esos fines pretendían eliminar toda base extranjera potencialmente hostil y dominar las tierras por las que discurrieran las comunicaciones del Imperio. Por lo cual Londres determinó que "La seguridad Imperial hace deseable que Inglaterra se haga con el control de África Oriental alemana, Palestina y Mesopotamia".
Con África Oriental (Tanzania, Ruanda y Burundi) eliminaría enemigos en la ruta a la India; Palestina y Mesopotamia garantizarían la seguridad del Canal de Suez y un paso terrestre hacia el Golfo Pérsico. El problema era que Francia también deseaba Palestina.
Estos posicionamientos políticos tenían lugar en la primavera boreal de 1917, en medio de una cascada de acontecimientos que afectaban a la guerra.
La caída del Zar Nicolás II (16 de marzo de 1917) y el estallido de la Revolución Bolchevique retiraban a Rusia del conflicto, permitiendo a los alemanes concentrar todas sus tropas en el Oeste. A sacar a los franco-británicos del apuro acudió Estados Unidos, que declaró la guerra a los Imperios Centrales (2 de abril de 1917).
Ambas circunstancias modificaron los acuerdos Sykes-Picot: los rusos quedaban fuera del reparto y los norteamericanos llegaban con los “catorce puntos” [12] de Wilson [13], el primero de los cuales exigía el fin de la diplomacia secreta, en realidad una maniobra para frustrar el contubernio entre Londres-París.
Y ¿Quién ayudó y financió a los revolucionarios rusos en su apoderamiento de Rusia? ¿Quién apoyó a Lenin, Trotsky y a Stalin cuando crearon la revolución y el derramamiento de sangre en toda Rusia?
Los instrumentos de esta nueva alianza entre los soviéticos y el Vaticano eran los Jesuitas, QUE SON CRIPTO-JUDÍOS. En algún otro post trataré de hablar de los cripto-judíos (otro tema pendiente de hace rato) y los jesuitas, acá baste la mención.
Los que auspiciaron económicamente a los Jesuitas en la Revolución se encontraban en América. William Franklin Sands, el director del Banco de Reserva en Nueva York, había contribuido con un millón de dólares a los Bolcheviques. (Anthony Sutton, Wall Street and the Bolchevique Revolution, Veritas Publishing, pp. 133-134).
Pero Jacob Schiff fue el principal Jesuita en América a quien se le asignó apoderase del sistema bancario en América y establecer una Reserva Federal. "Llegó a América al final del siglo 18 bajo las órdenes de los Rothschild de tomar control del sistema bancario Americano. Para finales del siglo, en el año 1900, Schiff tenía el control de la fraternidad de banqueros completa en Wall Street". (Myron Fagan, The Illuminati and the Council on Foreign Relations, Taped Lectura).
Ya que Schiff tenía el control del Banco de Reserva Federal, tenía entonces una buena fuente de dinero para financiar la Revolución en Rusia, lo que les permitiría SACARLA DE EN MEDIO para que no estorbara.
Jacob Schiff estaba en control de la Fraternidad completa de banqueros y estaba financiando a un gobierno que apoyaba los principios que constituían una antítesis de la Constitución de los Estados Unidos. Schiff pretendía ser un capitalista americano. Vivía en América, pero su objetivo principal era el objetivo del Papa: la destrucción final del sistema americano. AMÉRICA FUE CREADA PARA SER DESTRUIDA, SEÑORES... PORQUE NO ES NI LA OPCIÓN A NI LA B LAS QUE INTERESAN A LOS ILLUMINATI, SINO LA SÍNTESIS C.
Y si entendemos cómo estos individuos pudieron crear TODO UN PAÍS (EUA) para utilizarlo como base de operaciones para destruir todo lo que quieren destruir (el sacrificio continuo) y entronizar al que quieren subir al trono, entenderemos entonces cómo las religiones inventadas sólo son EJÉRCITOS DE VÍCTIMAS que serán utilizados para la gran escena final, en la que harán que SE MATEN UNOS A OTROS mientras la élite entrega el sacrificio de sangre a su señor y baal, y cómo también han creado tantas otras cosas en este sistema que han sido creada PARA SER DESTRUIDAS. Todo este sistema inventado por ellos ha sido creado PARA FALLAR ESTREPITOSAMENTE, porque quieren que la gente crea que TODO LO QUE ESTE SISTEMA CONTIENE ES MALO (y allá meten todo lo que quieren destruir, con otros gatos en la misma bolsa, mezclando lo bueno con lo malo), Y QUE ACEPTEN LA MARAVILLOSA SOLUCIÓN QUE APARECERÁ EN EL MOMENTO CLAVE.
Manly P. Hall escribe lo siguiente: "El brillante plan de los antiguos ha sobrevivido hasta nuestra época". Y "La democracia mundial era el sueño de los grandes filósofos clásicos... Y esto continuará a perdurar hasta que el gran trabajo sea cumplido". ¿A qué "gran trabajo" se refiere? Seguramente al Nuevo Orden Mundial. (Manly Palmer Hall, The Secret Destiny of America, Philosophical Research Society 3341 Griffith Park Boulevard, Los Angeles 27, California, 1944).
En 1966, en Nueva York fue publicado un inquietante libro: Tragedy and Hope (Tragedia y esperanza) por el Doctor Carroll Quigley. En el libro el autor desveló la existencia de un complot de envergadura casi mundial y reconoció su pertenecia a la élite de “Iniciados”, que son los instigadores.
Según “Quigley”, este “círculo influyente” era una “fraternidad bancaria internacional”, organizada alrededor de los Rothschild y la Kuhn, Loeb and Co, que tenía como objetivo último, el de “crear un sistema de control mundial, centralizado entre las manos de personalidades que sean capaces de dominar los sistemas políticos de cada país, después constituir una especie de un gran conjunto económico planetario". Según Quigley, el complot, preparado desde hace tiempo, se realiza por las incesantes maniobras clandestinas de la Finanza internacional.
El doctor Quigley formaba parte de la red del gobierno oculto y escribe en la página 950: “Sé de las operaciones de esta red porque la he estudiado durante veinte años y se me permitió durante dos años a principios de los 60 examinar sus documentos y grabaciones secretas, señalando que, durante los últimos 200 años, mientras los pueblos del mundo estaban ganando gradualmente su libertad política de las monarquías, las familias banqueras más importantes del mundo estaban anulando la tendencia hacia un gobierno representativo mediante el establecimiento de nuevas dinastías de control político, pero entre bastidores, en la forma de asociaciones financieras internacionales. Estas dinastías banqueras habían aprendido que todos los gobiernos, ya sean monarquías o democracias deben pedir prestado dinero en momentos de emergencias y que al proveer tales fondos de sus propias fuentes privadas (con condiciones impuestas, por supuesto), podrían tener gradualmente a los reyes y los líderes democráticos bajo su control. Estas dinastías incluyen nombres como Baring, Hambros, Lazard, Erlanger, Warburg, Shroeder, Seligman, los Speyers, Mirabaud, Mallet, Fould, y por encima de todos Rothschild, Rockeffeller y Morgan. Todas estas familias colaboraron para crear una superestructura de poder oculto". El Doctor Quigley identifica a este grupo como los “banqueros internacionales”, Los banqueros internacionales tratan con los gigantes internacionales del mundo con otras instituciones financieras y especialmente con gobiernos. La clave de su éxito ha sido controlar y manipular el sistema monetario de una nación dejando que parezca que es controlado por el gobierno.
Menciono todo esto porque son los pasos previos que llevaron a la consecución de LA LIGA DE LAS NACIONES (después ONU), para que relaciones la mayor cantidad de puntos posibles.
Los “catorce puntos” de Wilson no eran otra cosa que el debut norteamericano en la alta política internacional, un espacio que hasta ese momento habían ocupado exclusivamente las potencias europeas. Además, la ofensiva norteamericana buscaba posicionarse en el Medio Oriente en busca de recursos petroleros hasta ahora monopolizados por los británicos. Es por eso que buscaba ganarse las simpatías de los pueblos de la región mediante una apariencia “justa y democrática”, imagen que nunca se habían preocupado por ostentar británicos y franceses.
La expresión Nuevo Orden Mundial se ha usado para referirse a un nuevo período de la historia y se pretende, de este modo, que hay pruebas de cambios dramáticos en las ideologías políticas y en el equilibrio de poderes. El primer uso de esta expresión aparece en el documento de los Catorce Puntos del presidente Wilson, cuando hace un llamado, después de la Primera Guerra Mundial, para la creación de la Liga de Naciones, antecesora de la Organización de las Naciones Unidas.
Wilson proclamaría esos postulados a través de declaraciones rimbombantes: "Sería muy difícil hacer la paz en términos que impliquen acuerdos en Asia Menor en beneficio de naciones particulares en lugar de beneficiar y proteger a los pueblos de esa parte del mundo. El sentimiento mundial es ahora agresivamente democrático y será preciso acercarse a él", le dijo Wilson a Paul Cambon, embajador francés en Washington, que abandonó la Casa Blanca estupefacto.
El Senador Henry Cabot Lodge Sr. detuvo la participación de los Estados Unidos en la Liga de las Naciones. El plan de crear un gobierno mundial desde el cual pudiesen controlar al mundo fue detenido sólo temporalmente. Esta parte del plan tuvo que hacerse esperar por 27 años antes de que se repitiese otra vez, cuando la Segunda Guerra Mundial culminó con la creación de las Naciones Unidas.
Es importante mirar de cerca al Presidente Woodrow Wilson. Wilson era controlado y dominado por el Coronel Edward Mandell House. Wilson dijo:
"El Señor House es mi segunda personalidad, mi ser independiente, sus pensamientos y los míos son uno sólo". Charles Seymour, The Intimate papers of Coronel House, Houghton Mifflin, vol. 1, pp. 114-115.
Presidente Woodrow Wilson y Coronel Edward Mandell House
"Durante siete largos años el Coronel House fue el "otro yo" del Presidente Woodrow Wilson... Fue House quien hizo la selección del Gabinete, formuló las primeras políticas de la administración y prácticamente dirigió los asuntos de los Estados Unidos con el extranjero. Teníamos en vez de un presidente, dos... Un super Embajador hablaba con los Emperadores y los Reyes como iguales suyos. Él era el Generalísimo de la administración". George Viereck, The Strangest Friendship in History: Woodrow Wilson and Coronel House, Liveright Publishers, pp. 18, 19, 33.
Viereck dice en las páginas 106 a 108 que mientras Wilson estaba corriendo como candidato a reelección en el 1916 bajo la plataforma de “haberlos mantenido al margen de la guerra”, House estaba negociando un acuerdo secreto con Inglaterra y Francia, en nombre de Woodrow Wilson, mediante el cual América entraría en la guerra justo después de las elecciones. House también estaba íntimamente relacionado con los centros de poder económico en Europa.
Edward Mandell House controlaba completamente a Woodrow Wilson, en favor de los deseos de la élite. Él utilizó a Wilson como una marioneta para crear la Liga de las Naciones. Pero después que terminó la Primera Guerra Mundial, la élite no obtuvo lo que querían, porque aunque Woodrow Wilson y Edward Mandell House se las arreglaron para obtener la Liga de las Naciones, fallaron miserablemente porque los Estados Unidos no se unieron a ella. Por tanto, se requería otra guerra. Una guerra tan devastadora que la gente pidiese a gritos por la creación de las Naciones Unidas. Y se venía la Segunda Guerra Mundial.
La promesa de un lord a otro lord
La diplomacia británica aprendió enseguida a capear el temporal: si la anexión estaba proscrita dentro de la nueva moralidad política, podía aprovecharse la idea de la autodeterminación de los pueblos para conseguir los propósitos imperiales. Esa fue la idea que provocó la “Declaración Balfour”, que concedía un hogar en Palestina a un “pueblo judío” inexistente ya que hasta la fecha lo único que existían eran comunidades judías asentadas desde hace centenares de años en diversas regiones del mundo que representaban unas treinta ocho etnias diversas que de ninguna manera conformaban un pueblo.
No fue un asunto filantrópico, precipitado o menor, que casualmente tendría extraordinarias consecuencias para Palestina, sino un documento político de rango mayor, debatido durante cinco meses. Londres sopesó cuidadosamente su fórmula, tono y contenido —tanto que se estudiaron tres redacciones— pues, por un lado, no quería crear susceptibilidades entre los árabes y, por otro, el propósito del hogar judío en Palestina era instalar allí a un aliado fiel y dependiente.
Lo que generalmente no se comenta respecto a la mencionada declaración fue que un lord inglés, Lord Balfour [14], prometió a otro lord inglés, Lord Rothschild [15], un sionista, la tierra de un tercero, el pueblo palestino.
Familia campesina de Ramallah en 1905. Nadie consultó al pueblo palestino sobre la decisión británica de otorgar un hogar nacional a los judíos en su territorio. Se trató de un hecho consumado por una potencia imperialista ocupante que provocó un conflicto con múltiples tragedias y calamidades que ya lleva 91 años (1917-2008). Lo más patético es que sería avalado primero por la Sociedad de Naciones y luego por las Naciones Unidas, organizaciones que en vez de defender los derechos de los pueblos amparan los intereses de los imperialistas.
Arthur Koestler [16], analizando “el milagro de Israel”, comenta así este documento cínico: "Es un documento por el cual una nación promete solemnemente a otra nación el territorio de una tercera nación, aunque la nación a la que está hecha la promesa no fuese una nación, sino una comunidad religiosa y el territorio, en el momento en el que se promete, pertenecía a una cuarta nación, Turquía" (A. Koestler, Analysed’unmiracle. Citado por Gaetano Baldacci, Arabi o Ebrei, Longanesi et C., Milán, 1968, p. 97). "Balfour remachó con esta frase arrogante la decisión: "Las cuatro grandes potencias (Inglaterra, Francia, Rusia y EE.UU.) están comprometidas con el sionismo. Y el sionismo es de una importancia mucho más profunda que los deseos y prejuicios de los 700 mil árabes que hoy habitan esas antiguas tierras”" (Citado en Edward W. Said, The Question of Palestine, Vintage, Nueva York, 1992).
La Declaración Balfour del viernes 2 de noviembre de 1917, por la cual Inglaterra prometía “el establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina”, es nula por más de un motivo. La Declaración Balfour concernía a un territorio respecto al cual Inglaterra estaba sin relación de derecho y designaba un adjudicatario desprovisto de toda calidad para recibirlo.
Por otra parte, la Declaración Balfour no es el resultado de un acuerdo interestatal. No es más que una carta enviada por Lord Balfour a una persona privada que no tenía ningún título para contraer un compromiso oficial ya que su destinatario, Lord Rothschild, súbdito británico sionista, no representaba siquiera a la comunidad judía. La Declaración Balfour, además de ser una burla del derecho internacional, tiene la misma validez que los acuerdos Sykes-Picot. Es una decisión imperialista de disponer de territorios tomados por la fuerza como fueron los de Siria, Líbano e Irak.
El sionismo como cabecera de puente de la neocolonización
RECOMIENDO LA LECTURA DE LA SERIE SOBRE SIONISMO como complemento y ampliación del tema:
- SIONISMO: CRÓNICA DE UNA MENTIRA INVENTADA - PARTE 1
- SIONISMO: CRÓNICA DE UNA MENTIRA INVENTADA - PARTE 2
- SIONISMO: CRÓNICA DE UNA MENTIRA INVENTADA - PARTE 3
- SIONISMO: CRÓNICA DE UNA MENTIRA INVENTADA - PARTE 4
Los judíos en Palestina —cuyo Estado no tardaría en constituirse según pensaban los “imperialistas”— garantizarían los intereses británicos con la misma firmeza que si ondeara allí su bandera.
No habían sido ninguna casualidad la serie de declaraciones probritánicas emitidas por Theodor Herzl (1860-1904), el fundador oficial del sionismo, veinte años antes.
Theodor Herzl no era humanista, sino uno de los voceros más preclaros del eurocentrismo, el capitalismo y el imperialismo depredadores
A Inglaterra, su nación favorita, Herzl le asegura que diez millones de judíos "tendrán todos a Inglaterra en el corazón, si mediante esa acción se convierte en la potencia protectora del pueblo judío. De un golpe, Inglaterra tendrá diez millones de súbditos secretos pero leales, activos en todas las clases sociales de todo el mundo. Ante una señal, todos ellos se pondrán al servicio de la nación magnánime que da una ayuda largamente deseada... Inglaterra tendrá diez millones de agentes para su grandeza y su influencia. Y todo el efecto de esta clase de cosas generalmente se difunde de lo político a lo económico" (Raphael Patai, editor, y Harry Zohn, traductor, Diaries of Theodor Herzl, Nueva York/Londres, 1960, págs. 1365-66).
Herzl, de cultura germanófila e imperialista, hará una precisa descripción de la tarea específica que llevará a cabo el sionismo en las décadas venideras: "Para Europa formaríamos allí parte integrante del baluarte contra el Asia: constituiríamos la vanguardia de la cultura en su lucha contra la barbarie. Como estado neutral mantendríamos relaciones con toda Europa que, a su vez, tendría que garantizar nuestra existencia" (T. Herzl: El Estado Judío. en Páginas Escogidas, Editorial Israel, Buenos Aires, pág. 112).
Las concepciones de Herzl van desde el racismo eurocentrista a una poca conocida pero inocultable tendencia al terrorismo y a la eliminación física de sus opositores: "Ahora bien: si se quiere fundar hoy una nación, no hay que hacerlo de la manera que hace mil años fuera la única posible. Sería una insensatez regresar a estados de cultura ya superados, cosa que querrían algunos sionistas. Por ejemplo, si tuviéramos que exterminar a las fieras en determinado país, no lo haríamos a la manera de los europeos del siglo V. No atacaríamos aisladamente a los osos armados de jabalinas y lanzas, sino que organizaríamos una grande y alegre cacería, dando batida a las bestias hasta tenerlas reunidas y entonces les arrojaríamos una bomba de melinita" (T. Herzl: El Estado Judío, en Páginas Escogidas, págs. 110-111).
A cambio de la “Promesa Balfour”, Londres favoreció la emigración a Palestina de un pueblo que le guardase el camino de la India. Ochenta años antes, cuando el sionismo de Herzl no existía, el político inglés Edward Ledwich Mitford, escribe en su Appeal in the favour of the Jewishnation in Connectionwith British Policy in the Levant (Llamamiento en favor de la nación judía en conexión con la política británica en el Levante): "Además de sus incalculables ventajas económicas y estratégicas, un Estado judío pondría totalmente en nuestras manos la organización de nuestras vías de comunicación por vapor, y nos daría una posición predominante en Oriente a partir de la cual podríamos hacer fracasar cualquier intento que tendiese a entorpecerlas, dejar atrás a nuestros enemigos, y, eventualmente, rechazar sus ataques" (citado por Israel Cohen en The Zionist Movement, Nueva York, 1946, pág. 52). Estamos, sin lugar a dudas, ante la presencia de un sionismo no judío. El sionismo oficial de Herzl abrevaría y encontraría argumentos en los razonamientos de este sionismo gentil que jamás habían sido sostenidos antes por las comunidades religiosas judías.
Los ejemplos abundan y basta con citar el caso ejemplar del coronel George Gawler (1796-1869). Este militar británico combatió como comandante en la batalla de Waterloo y fue el primer gobernador de la colonia de Australia (1838-1841).
George Gawler
Durante toda su vida propagó la idea de que los judíos debían establecer asentamientos agrícolas en Palestina. El 10 de agosto de 1860, Gawler escribió estas líneas en el periódico Jewish Chronicle editado en Londres en lengua inglesa: "Yo estaré verdaderamente complacido al ver en Palestina una fuerte guardia de judíos estableciendo florecientes asentamientos agrícolas propios sobre las montañas de Israel contra todos los agresores. No puedo desear nada más glorioso en esta vida que ayudarlos a realizar esa tarea".
El más ferviente de los protagonistas de un proyecto de implantación de un estado judío en Palestina, Laurence Oliphant [17], en su libro The land of Gilead [18], With Excursion in the Lebanon (1880), escribía lo siguiente al referirse a Palestina: "Inglaterra tiene que decidir si acometerá la explotación de las ciudades en ruina, desarrollará los vastos recursos agrícolas de este país, mediante la repatriación de la “raza” (las comillas son nuestras) que lo poseyó en primer lugar, hace mil años (¿?), y asegurará las enormes rentas políticas producidas por esta política" [19].
Su biógrafo, Henderson, resume del modo siguiente el objetivo fundamental de Oliphant: "Lo que Oliphant propone no es sino la penetración política y económica de Inglaterra en Palestina, siendo los judíos unas piezas de juego" (Philippe Henderson: The life of Laurence Oliphant, Ed. Robert Hale, Londres, 1956, pág. 204). El proyecto de Oliphant preveía expulsar igualmente de Palestina a los beduinos guerreros y arrinconar a los campesinos árabes en reservaciones, al igual que los pieles rojas en América del Norte.
Un regimiento de Lanceros de la India comandados por oficiales británicos desfila por una calle de Jerusalén en 1918
Un miembro activo de la Palestine Exploration Fund [20], Charles Warren [21], proponía por su parte que la Tierra Santa fuera colocada bajo la autoridad de una compañía según el modelo de la Compañía de las Indias, durante un período de veinte años. Naturalmente los palestinos no tenían por qué ser consultados. Tampoco lo serían para la Declaración Balfour de 1917.
Hay que señalar que el libro del pastor anglicano William Hischler (1845-1931), titulado The Restauration of the Jews to Palestine (1894), se adelanta dos años a la aparición del libro de Herzl "El Estado Judío" (1896).
Es la época en que Joseph Chamberlain [22] era Secretario de Estado para las colonias. Aunque no manifiesta interés alguno por las profecías bíblicas, cree que la "vocación nacional" del Imperio Británico es la de convertirse en "la fuerza dominante de la historia mundial y de la civilización universal". Nos dice su biógrafo Amery que "Él consideraba a los judíos como un grupo de colonos prestos a implantarse (en Palestina), a desarrollar y utilizar la tierra bajo la égida de Inglaterra" [23].
Así que, al mirar todo esto con el tamiz de la historia, se tiene la impresión de que las causas remotas de la Declaración Balfour se remontan en realidad a comienzos del siglo XIX, cuando el movimiento sionista no existía aún. Pero esto no nos sorprende a los que sabemos que LA CONSPIRACIÓN DATA DE MUCHOS SIGLOS ANTES...
Otro capítulo aparte es la temática de la oposición judía al sionismo. En el momento mismo en que era fundado el sionismo político en el Congreso de Basilea, en 1897, la Conferencia de Montreal, el mismo año, a propuesta del Rabí Isaac Meyer Wise [24], la personalidad judía más representativa de las Américas a la sazón, votaba esta moción, que marcaba la oposición radical entre las dos lecturas, tribal o universalista, de la Biblia: "Desaprobamos totalmente toda iniciativa tendente a la creación de un Estado judío. Intentos de este género ponen de relieve una concepción errónea de la misión de Israel que, de un campo político y nacional estricto, ha sido ampliada para la promoción, en la humanidad entera, de la religión liberal y universalista que los profetas judíos fueron los primeros en proclamar... Nosotros afirmamos que el objetivo del judaísmo no es ni político ni nacional, sino espiritual, y que se encarga de acrecentar la paz, la justicia y amor a los hombres. Aspira a una época mesiánica en la que todos los hombres reconozcan pertenecer a una sola y grande comunidad para el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra" [25].
También en 1897, L’Univers Israelite, principal órgano comunitario judío de Francia, daba cuenta del eventual impacto del proyecto sionista sobre la población palestina y planteaba cuestiones desasosegantes: [26].
"Herzl ha olvidado decirnos qué pensaba hacer con la población árabe de Palestina: ¿deberá retirarse ante la marea de recién llegados? ...o, al contrario, ¿será autorizada a permanecer en sus hogares? ... ¿se la considerará como extranjera en el país donde ha nacido? Pero entonces la despojaréis de su nacionalidad y la condenaréis a la intolerable suerte de la que queréis librar a los judíos de algunos países de Europa. Si, por el contrario, decidís, como es justo, que no haya ninguna diferencia de trato entre los antiguos y los nuevos habitantes... no habréis fundado un Estado judío".
Michel Abitbol, Les deux terres promises: Les Juifs, la France et le sionisme, 1897-1945. Paris: Olivier Orban, 1989, pp. 40-41.
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"Hay gran desaliento en Tierra Santa —escribe el rabino Joseph Hayyim Sonnenfeld (1848-1932)—, porque estos hombres perversos que niegan al Único del mundo y su sagrada Torah han proclamado con mucha publicidad que está a su alcance apresurar la redención del pueblo de Israel y reunir a los dispersos que están en todos los rincones de la tierra".
Cuando Theodor Herzl entró en Palestina en 1898, agregó: "el mal entró con él, y aún no sabemos lo que tenemos que hacer contra los destructores de la totalidad de Israel, el Señor nos asista" [28].
El Rabí Hirsch decía con vehemencia en el Washington Post del 3 de octubre de 1978: "El sionismo es diamentralmente opuesto al judaísmo. El sionismo quiere definir al pueblo judío como una entidad nacional... Esto es una herejía. Los judíos han recibido de Dios la misión, que no es la de forzar su retorno a la Tierra Santa contra la voluntad de quienes la habitan. Si lo hacen, asumen sus consecuencias. El Talmud dice que esta violencia hará de vuestra carne presa de los gamos en el bosque... El Holocausto es una consecuencia del sionismo".
La Conferencia de Versailles:
“Una paz para terminar con todas las paces”
No ocurrió tal: el revanchismo de los vencedores propició la desesperación y el rencor de los vencidos, caldo de cultivo donde floreció el nazismo.
El periodista e historiador francés, Raymond Cartier (1904-1975) escribió: «La Primera Guerra Mundial habría debido tener como conclusión una victoria aliada indiscutible, seguida de una reconciliación. Pero se haría lo contrario: de una victoria incompleta, saldría una paz ridículamente rigurosa».
“La paz cartaginesa”, en palabras de John Maynard Keynes (1883-1946), impuesta a los vencidos, frustró las esperanzas de una paz justa y duradera.
Palacio de Versailles, junio de 1919. De izq. a der., el primer ministro británico David Lloyd George, el primer ministro italiano Vittorio Emanuele Orlando, el primer ministro francés Georges Clemenceau y el presidente estadounidense Woodrow Wilson. Estos cuatro políticos serían los “fundadores” de la Segunda Guerra Mundial.
La constitución de la Sociedad de Naciones (el 28 de junio de 1919) fue el instrumento de los vencedores para lograr sus fines.
A los efectos que aquí interesan, las potencias se repartieron los territorios desgajados del Imperio Otomano según sus intereses estratégicos o económicos. Partieron tribus, clanes y familias y trazaron a regla y lápiz fronteras donde antes había pastizales, pozos de agua y relaciones de parentesco. Defraudaron las aspiraciones nacionales, levantaron tronos, instalaron nuevos pueblos...
El resultado son noventa años de guerras, de inestabilidad, de rencor, de sufrimiento, de dictaduras y de atraso... Ninguno de los problemas de entonces se ha solucionado; los más se han ampliado. Basta con echar una ojeada a la actualidad: el problema palestino-israelí, la crisis del Líbano y la ocupación de Irak.
También la conferencia convalidó el Tratado secreto de Londres (1915) por el cual Italia se incorporó al conflicto junto a la Entente tras serle prometido por Francia y Gran Bretaña diversas anexiones: Trentino, Alto Adigio, Istria, la mayor parte de Dalmacia, Libia, Eritrea, Somalia y concesiones en Asia Menor (Anatolia e islas del Dodecaneso).
Otra arbitrariedad fue la disolución del Imperio Austro-Húngaro. La Europa Central y Oriental fueron partidas antojadizamente.
La aplicación del principio de las nacionalidades a una realidad tan compleja étnica y linguísticamente como la de esta zona provocó una intrincada labor de diseño de fronteras tratando de separar lo que a menudo era inseparable. Las minorías nacionales fueron la regla en los nuevos estados surgidos en la región. La zona estaba llena de focos de conflicto.
La delegación árabe en la conferencia de Paz en Versailles (junio 1919). De izquierda a derecha: Rustum Haidar, Nuri as-Said, el príncipe Faisal Ibn Husain, el capitán Pisani (detrás de Faisal; asesor militar francés), Thomas E. Lawrence (asesor militar británico), el sirviente negro de Faisal (de nombre desconocido), y el capitán Hassan Jadri. La delegación no alcanzó ninguno de sus objetivos y se limitó a cumplir tristes papeles protocolares.
Sin embargo, la peor parte la sufrió Alemania. El “acuerdo de Paz” obligaba a Alemania a devolver Alsacia y Lorena a Francia, a entregar sus colonias a Inglaterra, Francia y Sudáfrica bajo la fórmula de “mandatos” (y las de Asia, a Japón, Australia y Nueva Zelanda), a ceder también parte de sus territorios del este a la nueva Polonia y Schleswig a Dinamarca.
La región del Saar quedó bajo administración de la Sociedad de las Naciones y ocupación francesa hasta 1935; la del Rin fue desmilitarizada y ocupada por fuerzas aliadas. En el este, se reconstruyó efectivamente Polonia. Danzig, ciudad de mayoría alemana en territorio polaco, fue declarada Ciudad Libre pero se trazó un “pasillo polaco” entre Danzig y la frontera alemana para permitir el acceso de Polonia al mar, cortando así Prusia oriental del resto de Alemania. En el otro extremo de Prusia oriental, el puerto de Memel fue entregado, bajo control internacional a Lituania.
El ejército alemán quedó reducido a 100.000 hombres. Por la cláusula 231, el tratado declaró a Alemania culpable de la Guerra y le hizo responsable de las pérdidas y daños causados.
Por esa razón debió pagar la friolera de 2.200 millones de liras esterlinas más los intereses. Mientras, se obligaba a Alemania a entregar a los Aliados, como anticipo, sus flotas mercante y de guerra (los marineros hundieron esta última antes de hacerlo), ciertas cantidades de carbón y las propiedades de ciudadanos alemanes en el extranjero. Finalmente, se prohibía la posible unidad de Alemania con Austria.
El Tratado de Versailles, en particular, fue uno de los acuerdos más controvertidos que jamás se firmaran, e incluso fue criticado en los países Aliados por su extrema dureza para con los alemanes, quienes sin duda protestarían tan violentamente que sería imposible evitar, tarde o temprano, otra guerra.
No es necesario realizar la crónica detallada de la historia del período de entreguerras para comprender que el Tratado de Versailles no podía ser la base de una paz estable. Estaba condenado al fracaso desde el principio (PORQUE ESA ERA LA IDEA) y, por lo tanto, el estallido de una nueva guerra era prácticamente seguro.
Continúa en la Segunda Parte:
PREPARANDO EL ESCENARIO DEL ARMAGEDDÓN O LA INVENCIÓN DEL MEDIO ORIENTE - PARTE 2
NOTAS:
[1] Dinastía árabe de los sharifs de La Meca; reyes del Hiÿãz (1916-1925), de Irak (1921-1958) y de Jordania (desde 1921). El nombre de hashimíes se debe a HashimIbnAbd al-Manaf (muerto h. el 510), bisabuelo del Profeta Muhammad. El clan de los BanuHashim (en árabe, Hijos de Hashim) o hashimíes antiguos se caracterizó por su lucha en los primeros tiempos del Islam contra los omeyas, clan rival de la misma tribu de Quraish, por el control del joven Estado islámico. Tras la sustitución de los omeyas por los abbasíes, éstos intentaron presentarse como representantes de los hashimíes, pues hacían remontar su linaje a un hashimí, AbbásIbnAbd al-Muttalib, tío de Muhammad. Desde el siglo X los hashimíes ostentaron el cargo de jerifes de La Meca, encargados de la protección de las ciudades santas de La Meca y Medina, en el Hiÿãz (región de Arabia central occidental vecina a la costa del Mar Rojo). En el siglo XVI acataron la autoridad del Imperio Otomano, aunque siguieron teniendo una amplia autonomía de acción en sus dominios. Durante un tiempo fueron los otomanos quienes designaban al sharif de La Meca dentro de una serie de candidatos, recayendo siempre la elección sobre un hashimí. Reivindicando ser descendiente del nieto del Profeta, Hasan IbnAli, el emir Husain I IbnAli, sharif de La Meca desde 1908 bajo soberanía otomana, llevó a delante negociaciones con los británicos en 1915 respecto de un reino árabe bajo mandato británico. Luego del Tratado Sykes-Picot, que aseguró la repartición de las provincias árabes del imperio otomano entre Inglaterra y Francia, se convirtió en rey del Hiÿãz (Arabia central occidental con las ciudades de La Meca y Medina) en 1916. En 1924 fue expulsado por Ibn Saud; su hijo mayor, Alí, asumió el título de rey en 1924, aunque también tuvo que ceder el trono en 1925. Uno de sus hijos menores, Faisal I (1883-1933) fue elegido rey de Siria en 1920 por el Congreso Nacional Árabe (Siria, Líbano y Palestina); desalojado por los franceses, se convirtió en rey del Irak en 1921 por iniciativa de los británicos. La rama iraquí de los hashimíes fue violentamente extirpada por oficiales nacionalistas iraquíes en 1958 a través del asesinato de su nieto, Faisal II, Su hermano Abdallah (1882-1951) se convirtió en emir de Transjordania en 1921/23 y en 1946 rey de la Jordania independiente. Luego de su asesinato por un activista palestino en la mezquita de al-Aksa de Jerusalén, su nieto, Husain I (1935-febrero de 1999) siguió una política de engaños y traiciones respecto de las reivindicaciones de independencia nacional y el apoyo a los palestinos expulsados a Jordania en 1948 por la fundación del estado de Israel. Su apoyo complaciente y dependencia con los EE.UU., la resistencia a la influencia egipcia del presidente Nasser y la reconciliación con Israel provocaron numerosos intentos de golpe y atentados contra su vida. En febrero de 1999 fue sucedido en el trono por su hijo Abdallah II (nacido en 1962), cuya madre fue la segunda esposa del monarca, la británica Antoinette Avril Gardner (nacida en 1941)
[2] HusainIbnAli nació en Estambul (Imperio Otomano) hacia 1865 y murió en Ammán (Transjordania). Cuando se proclamó califa del Islam en 1924, su califato apenas duró un día pues fue encarcelado por los británicos y confinado a la isla de Chipre en 1931. Cuando fue liberado, Husain se exilió a Ammán, capital del reino de su hijo Abdallah, donde siguió usando el título de califa hasta su muerte en 1931.
[3] Título de los miembros de la familia del Profeta Muhammad, especialmente todos aquellos que descienden de Muhammad por su hija Fátima az-Zahra (605-632) y su esposo AliIbnAbiTalib (600-661), primo del Profeta y cuarto califa del Islam, a través de sus hijos Hasan IbnAli (624- 669) y HusainIbnAli (625-680). Además de sharif (jerife en castellano), también reciben el nombre de sayyid (en árabe, señor, jefe).
[4] Dinastía árabe gobernante en Arabia central desde 1735, con reyes desde 1932. Captal principal. Riyad. Sus raíces se originaron en el oasis de Dir‘iyyah en el Naÿd. Bajo el sheij Muhammad Ibn Saud (1735-1765) la familia estableció una profunda relación con la secta puritana reformista de los uahhabíes que continúa siendo la confesión religiosa de Arabia Saudí en nuestros días. Bajo Abd al-Aziz (1765-1803), los saudíes se expandieron hasta Kuwait en 1788. La primera ocupación de La Meca y Medina se produjo entre 1803 y 1811, y, bajo Turki (1820-1832) tomaron Riyad. En el siglo XIX llevaron a cabo una gradual expansión, pero bajo Abd al-Aziz, conocido como Ibn Saud (1880-1953), quien sometió con sus guerreros todo el Naÿd y el Hiÿãz a partir de 1902, se expulsó a los hashimíes de La Meca en 1924/25. En 1932 éste asumió el título de malik(rey). A través de ventajosos tratados comerciales con los poderes occidentales (principalmente con el Reino Unido y los EE.UU.), y de la explotación de sus recursos petroleros, la familia saudí adquirió una gran fortuna. Luego de la muerte de Ibn Saud, el país fue gobernado por sus hijos. Luego de la deposición del libertino Saud (1953-1964), Faisal inició un período de cuidadosa modernización pero pronto incurrió en todo tipo de excesos. Gracias a sus ricas reservas de petróleo y tradicionalismo religioso, Arabia Saudí desempeña una posición muy importante dentro del concierto de naciones musulmanas. El período de los reyes Jalid (1975-1982), Fahd (1982-2005) y Abdallah (2005-2008) se ha destacado por una fuerte dependencia con los EE.UU, y una modernización tecnológica unida a las rígidas estructuras de poder autoritario. En la sociedad saudí no existe el código de procedimiento judicial y las mujeres carecen de derechos elementales (les está prohibido hasta conducir vehículos). Sin embargo, sus príncipes multimillonarios despilfarran riquezas producidas por las regalías petroleras en los casinos europeos y norteamericanos y pasan los fines de semana en estaciones veraniegas como Marbella, Capri, Montecarlo o Bahamas consumiendo productos prohibidos por la ley coránica y abandonándose a las prácticas más disolutas.
[5] El uahhabismo fue introducido en lo que hoy es el territorio de Arabia Saudí por Muhammad IbnAbd al-Uahhab (1703-1792), un pensador árabe quien creía que el Islam sunní, la rama de Islam predominante en la Península Arábiga, estaba siendo corrompido por innovaciones tales como el sufismo y la filosofía. Estudió las obras del pensador IbnTaymiyya (1263-1328) y comenzó a predicar una teórica reforma del Islam sobre la base de las ideas de este erudito que eran por cierto altamente reaccionarias y rigoristas. Sus prédicas no fueron bien recibidas y fue repudiado por su padre y hermano, ambos jurisconsultos, que lo expulsaron de su localidad natal, Naÿd, en la Arabia central. Decidió entonces mudarse a la ciudad de Diriya y formar una alianza con el jefe saudí Muhammad Bin Saud, iniciador de la Casa de los Saud. Bin Saud promulgó la religión "uahhabí" como la religión oficial del estado. IbnAbd Al-Uahhab le dio a Ibn Saud una legitimidad religiosa en su conquista de la Arabia. Las ideas de IbnTaymiyya eran controvertidas en su propio tiempo por cuanto afirmaba que ciertos pueblos que se autodenominaban como musulmanes, como por ejemplo los mongoles, los persas y los turcos, eran en realidad no creyentes, y que los musulmanes árabes debían conducir el Ÿihãdcontra ellos. En realidad se trataban de ideas anti-islámicas, racistas y sectarias que serían aprovechadas oportunamente por los británicos para sembrar la discordia y la división en el seno de la comunidad musulmana para debilitarla y colonizarla desde dentro mediante el accionar de agentes vernáculos como los uahhabíes.
[6] Ali Ibn Husain (1879-1935).
[7] Abdallah Ibn Husain (1882-1951).
[8] Faisal IbnHusain nació en Taif (Hiÿãz; hoy Arabia Saudí), el 20 de mayo de 1883, y murió en Berna (Suiza) el 8 de septiembre de 1933.
[9] Sir Arthur Henry McMahon (1862-1949) anteriormente había sido funcionario colonial en la India británica, responsable del caprichoso trazado de la llamada “Línea McMahon” entre China e India en 1914.
[10] El Colonel Sir Mark Sykes (1879-1919) fue viajero, político del partido conservador y diplomático especializado en asuntos del Medio Oriente durante la primera guerra mundial.
[11] François Marie Denis Georges-Picot (1870-1951), era hijo del historiador Georges Picot (1838-1909) y tío abuelo del presidente Valéry Giscard d'Estaing (nacido en 1926).
[12] 14 Puntos de Wilson:
1. El final de la diplomacia secreta; 2. La libertad de navegación y comercio; 3. La desaparición de las barreras económicas; 4. La reducción de los armamentos militares; 5. Reglamentación de las rivalidades coloniales; 6. La evacuación de Rusia; 7. La restitución de la soberanía en Bélgica; 8. La restitución de Alsacia y Lorena a Francia; 9. El reajuste de las fronteras de Italia; 10. La autonomía de los pueblos del Imperio Austrohúngaro; 11. La evacuación de Rumania, Serbia y Montenegro; 12. La autonomía de los pueblos del Imperio Otomano; 13. La restitución de la soberanía de Polonia; 14. La creación de una Liga de Naciones, claro antecedente de la Sociedad de Naciones.
[13] Thomas Woodrow Wilson (1856-1924), vigésimo octavo presidente de los Estados Unidos, no era precisamente un pacifista. Presidente en 1912 y de nuevo en 1916, su política exterior fue claramente imperialista (ocupación de Haití, envío de un cuerpo expedicionario a México). Era partidario de la neutralidad en la Primera Guerra Mundial simplemente porque la estrategia estadounidense consistía en esperar que Inglaterra y Francia quedasen arruinadas económicamente por el esfuerzo bélico para después verse obligadas a contraer deudas de todo tipo con los EE.UU.
[14] Arthur James Balfour (1848-1930), ministro de relaciones exteriores británico (1916-1919); anteriormente se había desempeñado como primer ministro (1902-1905)
[15] Lionel Walter Rothschild (1868-1937), banquero y zoólogo británico, miembro de la gran familia de financistas judíos Rothschild, extendida por varios países. La carta de Lord Balfour fue enviada a su dirección en Londres, en 148 Piccadilly St.
[16] Pensador húngaro de origen judío, escritor en lengua inglesa. Nació en Budapest en 1905 y se suicidó en Londres en 1983 junto con su esposa. Durante su juventud fue militante comunista pero luego se desilusionó con el “paraíso stalinista”. Entre 1927-1930 imaginó que el sionismo era la salvación y la única cura era ir a Palestina. Esta idea lo llevó primero a un kibbutz y luego a sumergirse en una mísera existencia bohemia en Tel Aviv, ciudad sin pasado, nacida como un fantasma del abismo de dos mil años de diáspora. Koestler describe el choque entre el impulso romántico de los emigrados europeos y la asfixiante atmósfera de de la soñada Palestina..." (cfr. Arthur Koestler: Autobiografía I: Flecha en azul, Debate, Madrid, 2000, pp. 143-182).
[17] Laurence Oliphant (1829-1888), escritor y diplomático inglés, nacido en Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Autor de A Journey to Khatmandu (1852), The Narrative of the Earl of Elgin’s Mission to China and Japan (1859), y de la novela satírica Picadilly (1870). Entre 1867-81 cayó bajo la influencia del espiritista norteamericano Thomas Lake Harris (1823-1906). En 1878 propuso el establecimiento de un estado judío en Palestina (Transjordania) que fue rechazado por el sultán otomano Abdulhamid II.
[18] Gilead o Galaad es una zona montañosa y boscosa de la Transjordania ubicada entre el río Yarmuk y el Nahraz-Zerqa (río Ÿaboq). En el Antiguo Testamento de la Biblia se la menciona repetidamente. Por ejemplo, Ramot Gilead, ciudad situada en un llano al este de las principales montañas de Gilead, fue motivo de discordia entre los reinos de Israel y Judá con Siria durante el siglo IX a.C., y se libraron allí al menos dos batallas en las que la coalición judeo-israelita sufrió fuertes pérdidas (I Reyes 22, 1-36; 2 Reyes 8, 28-29; 9. 1-15).
[19] Citado por Barbara Tuchman: The Bible and the Sword. England and Palestine from the Bronze Age to Balfour, Macmillan, Londres, 1956, pág. 173.
[20] El Fondo de Exploración de Palestina fue establecido en Londres en 1865. Su misión aparente era el relevamiento geográfico, topográfico y arqueológico de Palestina pero también tenía tareas específicas de espionaje militar y político.
[21] Sir Charles Warren (1840-1927), militar y arqueólogo británico nacido en Gales. Ingresó en los Royal Engineers (1857), excavó en Jerusalén (1867) y en Palestina (1867-71), participó en operaciones militares en Sudáfrica, Egipto y en la Guerra Boer (1899-1900); ascendido a general (1904). Autor de Recovery of Jerusalem(1871), UndergroundJerusalem (1876), Temple and Tomb (1880) y Survey of Western Palestine(1884).
[22] Sir Joseph Chamberlain (1836-1914), político y empresario británico. Secretario de Colonias (1895-1903). Sus hijos Joseph Austen Chamberlain (1863-1937) y Arthur Neville Chamberlain (1869-1940) tuvieron una destacada actuación en la política y diplomacia del Imperio Británico.
[23] Julien Amery: The life of Joseph Chamberlain, Londres, 1951, vol. IV.
[24] Isaac Meyer Wise (1819-1900) nació en Steingrub, Bohemia. Fue rabí en Radnice (1844-46). En 1846 emigró a los EE.UU. donde fue rabí de la congregaciones de Albany, Nueva York, (1846-54) y Cincinatti, Ohio, (1854-1900). Fue jefe del reformismo judío y de la adaptación de las costumbres judías a los modos norteamericanos. Fundó la Union of American Hebrew Congregation "Unión de las Congregaciones Hebreas Americanas" (1873), y el HebrewUnionCollege "Colegio de la Unión Hebraica" (1875), organizaciones de las que fue su presidente (1875-1900). Fue el editor de los diarios American Israelite y Die Deborah, y escribió el libro de plegarias MinbagAmerica (1857). Sobre su biografía, véase Israel Knox: Rabbin in America: The Story of Isaac Wise, Ed. Little, Brown and Co., Boston, 1957.
[25] Confederación Central de los rabinos americanos. Yearbook, V, II, 1897, pág. 12.
[26] Michel Abitbol: Les deux terres promises: les Juifs, la France et le sionisme, 1897.1945, Olivier Orban, París, 1989, págs. 40-41.
[27] Citado en I. Domb: Transformations, Londres, 1958, págs. 192-195.
[28] Citado en Emile Marmorstein: Heaven at Bay. The Jewish Kulturkampf in the Holy Land, Oxford, 1969, págs. 79-80.
1. El final de la diplomacia secreta; 2. La libertad de navegación y comercio; 3. La desaparición de las barreras económicas; 4. La reducción de los armamentos militares; 5. Reglamentación de las rivalidades coloniales; 6. La evacuación de Rusia; 7. La restitución de la soberanía en Bélgica; 8. La restitución de Alsacia y Lorena a Francia; 9. El reajuste de las fronteras de Italia; 10. La autonomía de los pueblos del Imperio Austrohúngaro; 11. La evacuación de Rumania, Serbia y Montenegro; 12. La autonomía de los pueblos del Imperio Otomano; 13. La restitución de la soberanía de Polonia; 14. La creación de una Liga de Naciones, claro antecedente de la Sociedad de Naciones.
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FUENTES:
- Organización Islam
- SpanishTerr
- Shoah
- Wake Up From Your Slumber
- Islam Daily
- Conspiracy School
- Muchos más citados dentro del texto
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Publicado por: Anunciadora de Sión
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