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lunes, 9 de noviembre de 2015

SIONISMO: CRÓNICA DE UNA MENTIRA INVENTADA - PARTE 4

EL INVENTO DEL ESTADO DE ISRAEL Y OTRAS MENTIRAS






   Basilea, 1897. El sionismo, la doctrina ideológica que bajo la cobertura de los derechos históricos del (AUTODENOMINADO) "pueblo elegido" pretendía construir un estado para reunir a las auto-proclamadas tribus perdidas de Israel (las verdaderas sólo ahora están siendo reunidas y restauradas POR EL PROPIO ELOHIM DE ISRAEL), decide durante su primera convención que la ubicación ideal para el “hogar nacional judío” será Palestina.


   Hasta entonces habían considerado diversos lugares para el establecimiento de un hipotético estado sionista; Madagascar, Alaska, Uganda, Argentina…, pero fue bajo la dirección de los teóricos sionistas Teodoro Herzl y Leo Mozkin, que se decidieron por Palestina porque, según ellos, además de reunir las condiciones ideales era un lugar históricamente relevante para la causa sionista.

La cuestión de qué hacer con las gentes que allí había, (que en ese momento se encontraban bajo el dominio del imperio turco), era simple: EXPULSARLOS.


   Comienza así la emigración de comunidades judías hacia lo que hoy es Israel.







   Antes de la Primera Guerra Mundial, Palestina era una provincia dentro del Imperio Otomano, y al concluir esa guerra cayó en la esfera de influencia británica. Los árabes reclamaban a Palestina, prometida por los británicos, pero Londres se atenía al acuerdo con Francia y Rusia de internacionalizar ese territorio. Leal a su vieja tradición de divide y vencerás, los británicos prometieron Palestina a los árabes a través de T. E. Lawrence (Lawrence de Arabia) y a los judíos a través de la “declaración Balfour”, sembrando la semilla del actual conflicto árabe-israelí.





   En 1917 el imperio británico conquista Palestina y ese mismo año, a través de la denominada Declaración Balfour, es impulsada más decididamente la emigración judía hacia un territorio habitado aun en un 90% por árabes.


   La Declaración Balfour fue una manifestación formal del gobierno británico publicada el 2 de noviembre de 1917 en la que el Reino Unido se declaraba favorable a la creación de un hogar nacional judío en Palestina. El formato del documento es una carta firmada por el Secretario de Relaciones Exteriores británico (Foreign Office), Arthur James Balfour y dirigida al barón Lionel Walter Rothschild, un líder de la comunidad judía en Gran Bretaña, para su transmisión a la Federación Sionista de Gran Bretaña e Irlanda. La Declaración es considerada como la primera declaración de una potencia mundial en favor del derecho del pueblo judío a establecerse en la Tierra de Israel, y fue incorporada en el Tratado de paz de Sèvres entre Turquía y los Aliados. El documento original se conserva en la Biblioteca Británica.


Arthur James Balfour


Foreign Office,


2 de noviembre de 1917.

Estimado Lord Rothschild:

Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él.

«El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país.»

Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista.

Sinceramente suyo,

Arthur James Balfour.

   Francia e Italia recibieron con reticencias la Declaración Balfour, pues eran favorables a la internacionalización de Palestina. Alemania, para no perder los apoyos sionistas con que contaba desde principios de la guerra, hizo su propia declaración en favor de la "implantación judía en Palestina", a través de una "instalación sin restricciones" y de un régimen de autogobierno, para proceder al "libre desarrollo de su civilización".

Los árabes de la región, que a través de la Rebelión árabe se hallaban en proceso de construcción de su propio Estado, rechazaron, en el congreso nacional convocado en Damasco, "las pretensiones sionistas de convertir la parte sur de Siria, es decir, Palestina, en una commonwealth nacional para los israelitas".

   Del mismo modo se había expresado unos meses antes un congreso árabe celebrado en Jerusalén. En cuanto al yishuv (comunidad judía en Palestina), desde el mismo momento en que el ejército británico tomó la región, reclamó que la Declaración Balfour se hiciera efectiva y que la administración británica reconociera las instituciones que los judíos habían puesto en pie como poder paralelo. Sin embargo, debería pasar un tiempo antes de que los ocupantes hicieran algo: en primer lugar, la Convención de La Haya obligaba a Gran Bretaña a mantener escrupulosamente el statu quo en Palestina en tanto no se firmara un tratado con quienes hasta entonces habían administrado el territorio, esto es, el Imperio otomano. 

   Los británicos alegaban también el elevado riesgo de graves choques entre judíos y árabes si se daba a estos la preeminencia que reclaman, habida cuenta, entre otras cosas, que los judíos constituían a fines de la Primera Guerra Mundial apenas un 10% de la población de Palestina. Finalmente, dados los conflictos que todo esto no dejaba de generar, la administración recomendó a Gran Bretaña la cancelación de las promesas hechas en la Declaración Balfour. La construcción del hogar nacional judío no contaría con un efectivo apoyo británico hasta 1920, fecha en que, una vez establecido el mandato británico, fue nombrado alto comisario (máxima autoridad civil) sir Herbert Samuel. Gran Bretaña, no obstante, volvería a replantearse su apoyo al proyecto sionista a principios de los años treinta, a raíz de los conflictos crecientes entre los árabes y los judíos.

   La reacción árabe al Sionismo nunca fue ni ha sido del todo monolítica. El poderoso clan de Hussein, cuyo patriarca encabezaba el Consejo Supremo Musulmán en Jerusalén, se oponía a la inmigración de los judíos, pero el prominente clan de los Nashasibis favorecía tal inmigración, promulgaba una política de compromiso e incluso la partición de Palestina entre judíos y árabes.



Israel Zangwill y la tergiversación de la verdad


Israel Zangwill en su estudio en Londres



   Israel Zangwill, uno de los primeros y más firmes seguidores de Herzl, señaló que Jerusalén tenía una densidad de población del doble que Estados Unidos. La solución para resolver ese problema, según su opinión, era utilizar la espada contra los nativos palestinos para eliminarlos. La paradoja de este asunto es que fue precisamente Israel Zangwill quien inventó la mentira más grande de la historia moderna, que Palestina era “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”.


   En 1901 en el “New Liberal Review”, Israel Zangwill escribió que ‘Palestine is a country without a people; the Jews are a people without a country’ (Palestina es un país sin pueblo; los judíos son un pueblo sin país).


   Zangwill, sin embargo, no inventó la frase, y reconoció que era un préstamo de Lord Shaftesbury (Citado en Adam M. Garfinkle, “On the Origin, Meaning, Use and Abuse of a Phrase.” Middle Eastern Studies, London, October 1991, vol. 27; Gudrun Krámer, A History of Palestine: From the Ottoman Conquest to the Founding of the State of Israel. Princeton: Princeton University Press, 2011, p. 165).  



   Zangwill, en un debate en el londinense y victoriano Article Club en noviembre de 1901, dijo que “Palestina no tiene más que una pequeña población de árabes y campesinos y vagabundos fuera de la ley, que chantajean a las tribus beduinas.” (Israel Zangwill, “The Commercial Future of Palestine”, Debate at the Article Club, November 20, 1901. Published by Greenberg & Co. Also published in English Illustrated Magazine, Vol. 221 (Feb 1902) pp. 421-430. Se puede leer online en: http://www.archive.org/stream/commercialfuture00zang#page/n3/mode/2up). 


   En 1902, Zangwill escribió que Palestina “se mantiene en este momento casi habitada, un territorio de Turquía en ruinas y abandonado” (Israel Zangwill (Feb 22). “Providence, Palestine and the Rothschilds”. The Speaker Vol 4 (125): pp. 582-583. Se puede leer extracto online en: http://paperspast.natlib.govt.nz/cgi-bin/paperspast?a=d&d=OW19020416.2.284).


   Sin embargo, apenas dos años después, en 1904, Zangwill, que había tomado plena conciencia del llamado ‘peligro árabe’, dijo a una audiencia en Nueva York: “Palestina ya tiene sus propios habitantes. El pashalik de Jerusalén tiene una densidad de población dos veces más grande que la de los Estados Unidos”. Esta cruda realidad dejó a los sionistas con la alternativa de echar a los palestinos o lidiar con una vasta población aborigen y hostil.









   Según Vladimir Zeev Jabotinsky, Zangwill le dijo en Preston, cerca de Londres, en el verano boreal de 1916, que, “Si usted desea dar un país a un pueblo sin patria, es una tontería absoluta permitir que sea el país de dos pueblos. Esto sólo puede causar problemas. Los judíos sufrirán al igual que sus vecinos. Una de dos: debe ser encontrado un lugar diferente, ya sea para los judíos o para sus vecinos.”




   Del territorio que comprendía Palestina los británicos crearon dos entidades en 1921. Una de ellas, al este del río Jordán, se llamó Transjordania, o más simplemente Jordania, y fue cedida al jefe beduino Abdullah Ibn Hussein. La otra comprendería la franja del Jordán al Mediterráneo, donde los árabes palestinos y los judíos forcejeaban por el control bajo el Mandato Británico. Entre 1922 y 1947 la crisis en Palestina no fue primordialmente una lucha entre árabes nativos y colonos judíos, sino entre estos últimos y las autoridades británicas.






La Banda Stern y su propuesta para luchar por la Alemania de Hitler


Estampilla israelí de 1978 conmemorativa del sionista revisionista Abraham Stern


   El sionista revisionista Abraham ‘Yair’ Stern (1907-1942) vivió un tiempo en la Italia de Mussolini donde se nutrió profundamente de la ideología del fascismo: "En febrero de 1934, mientras estudiaba en Florencia, Italia, organizó la rama revisionista local buscando reclutas en el partido fascista".

   La resuelta creencia de Stern en que la única solución a la catástrofe judía era el fin del dominio británico en Palestina, llevaba a una conclusión lógica: ellos no podían derrotar a los británicos con su propias y débiles fuerzas, de manera que buscaron como salvación a los enemigos de los británicos. Así, entraron en contacto con un agente italiano en Jerusalén, un judío que trabajaba para la policía británica, y en septiembre de 1940 redactaron un acuerdo por el que Mussolini reconocería a un Estado sionista a cambio de la cooperación del grupo de Stern con el ejército italiano cuando el país fuera invadido. 


El documento que acredita la solicitud de colaboración con los nazis por parte de la banda terrorista sionista de Abraham Stern (enero de 1941). 


   Después de la guerra, se descubrió en los archivos de la embajada alemana en Turquía una copia de la propuesta de Stern para sellar una alianza entre su movimiento y el Tercer Reich. El documento de Ankara llevaba por título “Propuesta de la Organización Militar Nacional (Irgún Zvaí Leumí, NMO por sus siglas en inglés) relativa a la solución de la cuestión judía en Europa y la participación de la NMO en la guerra al lado de Alemania”. (El documento está fechado el 11 de enero de 1941. En ese momento los seguidores de Stern todavía se consideraban el “verdadero” Irgún, y fue sólo más tarde cuando adoptaron el apelativo de Luchadores por la Libertad de Israel) [Lohamei Herut Yisrael] En ese documento el grupo de Stern les decía a los nazis:

“La evacuación de las masas judías de Europa es una condición previa para resolver la cuestión judía; pero esto sólo puede hacerse mediante el asentamiento de estas masas en el hogar del pueblo judío, Palestina, y mediante el establecimiento de un Estado judío en sus fronteras históricas. […]  La NMO, que está al corriente de la buena voluntad del gobierno del Reich alemán y de sus autoridades respecto a la actividad sionista dentro de Alemania y respecto a los planes sionistas de emigración, opina que:
1. Pueden existir intereses comunes entre el establecimiento de un Nuevo Orden en Europa, en conformidad con el concepto alemán, y las verdaderas aspiraciones nacionales del pueblo judío tal como son encarnadas por la NMO.
2. Es posible la cooperación entre la nueva Alemania y un renovado hebraísmo nacional-volkista.
3. El establecimiento del Estado judío histórico sobre una base nacional y totalitaria, y ligado mediante un tratado al Reich alemán, iría en interés de una posición de poder alemana fuerte y prolongada en el Cercano Oriente.
De estas consideraciones se deriva que la NMO en Palestina, con la condición de que las arriba mencionadas aspiraciones del movimiento israelí por la libertad sean reconocidas por parte del Reich alemán, se ofrece a tomar parte activa en la guerra del lado alemán. […]
La participación indirecta del movimiento israelí por la libertad en el Nuevo orden en Europa, que ya está en marcha, estaría vinculada a una solución verdaderamente radical del problema judío en Europa, en conformidad con las antes mencionadas aspiraciones nacionales del pueblo judío. Esto fortalecería enormemente el fundamento moral del Nuevo Orden a ojos de toda la humanidad. […] La NMO está estrechamente relacionada con los movimiento totalitarios de Europa en su ideología y estructura.” 
 
Grundzüge des Vorschlages der Nationalen Militärischen Organisation in Palästina (Irgun Zew Leumi) und der aktiven Teilnahme der NMMO am Krieg an der Seite Deutschlands”, David Yisraeli, The Palestine Problem in German Politics 1889-1945. Ramat Gan, Israel: Bar Ilan University, 1974, pp. 315-317.

   Para vencer, sostenía Stern, tenían que aliarse tanto con los fascistas como con los nazis: no se podía entrar en negociaciones con Petliura (Simon Petliura (1879-1926), político ucraniano. Fue ejecutado por el poeta y anarquista ucraniano judío Sholem Samuel Schwarzbard (1886-1938). Se le atribuye a Petliura la organización y fomento de persecuciones contra las comunidades judías de Ucrania, a las que se sospechaba de apoyar a los bolcheviques, con una cantidad de 35 a 50 mil personas asesinadas) y Mussolini y luego rechazar a Hitler. ¿Conocía Yitzhak Yzertinsky —o Rabbi Shamir, si empleamos su nom de guerre clandestino—, ministro de Asuntos Exteriores de Israel (Shamir (nacido en 1915) fue ministro de Relaciones Exteriores de Israel entre 1980-1983, y primer ministro entre 1983 y 1984 y nuevamente entre 1986 y 1992), la propuesta de confederación con Adolf Hitler defendida por su movimiento? 

   En años recientes, las actividades de la Banda Stern durante la guerra han sido investigadas a fondo por Baruch Nadel, uno de los jóvenes que se unieron al grupo en el período de posguerra, cuando éste ya había abandonado su postura pronazi. Nadel está absolutamente convencido de que Yzertinky-Shamir estaba por completo al tanto del plan de Stern: “Todos los conocían” (Entrevista entre Lenni Brenner y Baruch Nadel (1981). 

   Cuando Shamir fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores, la opinión internacional se centró en el hecho de que el primer ministro Menajem Beguin hubiera seleccionado para el cargo a alguien que había organizado dos célebres asesinatos: el de Lord Moyne, ministro residente británico para Oriente Medio, el 6 de noviembre de 1944; y el del conde Folke Bernadotte, mediados de las Naciones unidas para Palestina, el 17 de septiembre de 1948. La inquietud por su pasado terrorista oscureció la aún más grotesca idea de que un aliado en potencia de Adolf Hitler pudiera ascender al liderazgo del Estado sionista. Cuando Beguin designó a Shamir, y también cuando homenajeó a Stern con la emisión de sellos postales con su retrato, lo hizo teniendo pleno conocimiento de sus respectivos pasados... lo cual resulta OBVIO SI SE MIRAN SUS PROPIOS ANTECEDENTES. 






   En 1921 un grupo de Banqueros dirigido por Edward Mandell House, y aconsejado por Woodrow Wilson, y Lionel Curtis representando el gobierno de Inglaterra, oficialmente se reunieron en París para diseñar una estrategia de “educar” a los americanos la necesidad de crear un gobierno mundial. El resultado fue la creación del “Institute of international Affairs”, el cual tiene dos ramas, una en Londres, llamada “Royal Institute of International Affairs” (RIIA); y la otra rama en Nueva York, llamada “Council on Foreign Relations” (CFR), que se creó oficialmente el 29 de Julio del 1921.

   El propósito de la CFR era moldear los acontecimientos para promover los beneficios del gobierno mundial, y atraer los ricos intelectuales que pudieran influir la dirección de la política de relaciones con el extranjero de los Estados Unidos. La CFR fue respaldada por las fundaciones más ricas del mundo y por individuos excepcionalmente exitosos. 

   En 1947, la ONU decidió "purgar las culpas del holocausto NAZI" (eso, en palabras oficiales; que en buen castellano se traduciría como: aprovechar la situación y acciones nazis, agrandarla y maquillarla y utilizarla para ganar apoyo y simpatía) favoreciendo la creación de un estado sionista con reconocimiento internacional sobre el territorio que habita el pueblo palestino.

   El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas, reunida en Nueva York, aprobó la Resolución 181, la cual recomendaba un plan para resolver el conflicto entre judíos y árabes en la región de Palestina, que se encontraba en esos momentos bajo administración británica. El plan de la ONU proponía dividir la parte occidental del Mandato en dos Estados, uno judío y otro árabe, con un área, que incluía Jerusalén y Belén, bajo control internacional. El rechazo del gobierno británico a llevar a cabo este plan, junto con la negativa de los países árabes de la región a aceptarlo, tuvo como consecuencia una guerra civil en el territorio del Mandato de Palestina que estalló al día siguiente de la votación del Plan, seguida de la guerra árabe-israelí de 1948 y los sucesivos enfrentamientos entre árabes y judíos que se mantienen hasta la actualidad.

   Los dirigentes del recién creado estado de Israel no se conforman con más de la mitad del territorio y con algunas comunidades árabes en minoría dentro de sus fronteras. Para revertir esta situación deciden planificar una guerra que legitime la expulsión definitiva de los árabes de su propio suelo. Es el Plan Dalet, cuyo propósito no es otro que garantizar las fronteras de Israel por la limpieza étnica, expulsión y destrucción de villas, ciudades y urbanizaciones palestinas.





   El plan es ejecutado por las fuerzas armadas de Israel. Las prácticas de exterminio son habituales y utilizadas como amenaza a quienes se nieguen a huir. Un cuarto de millón de palestinos abandonan sus hogares huyendo del terror sionista antes de que un sólo soldado árabe ponga pie sobre territorio palestino en la guerra de 1948.




¿El Holocausto o el Holocuento? 


   Ni lo uno ni lo otro... la verdad siempre está en el punto medio, nunca en los extremos fanáticos. Ni Hitler fue una florcita, ni es verdad que no hubo muertos judíos, pero tampoco es cierto que murieron 6 millones ni que se trató de una persecución antisemita.








   Norman G. Finkelstein (experto en ciencia política y autor estadounidense, especializado en asuntos relacionados con el judaísmo, Israel y el sionismo, y con el conflicto palestino israelí en particular. Creció y se educó en Nueva York. Se graduó por la Binghamton University y se doctoró en Ciencia Política por la Universidad de Princeton. Ha escalado todas las posiciones académicas en el Brooklyn College, Rutgers University, Hunter College, New York University, y más recientemente, DePaul University, en donde fue profesor asistente desde 2001 a 2007. Finkelstein ha escrito sobre las experiencias de sus padres durante la Segunda Guerra Mundial. Su madre, Maryla Husyt Finkelstein, creció en Varsovia, Polonia, y sobrevivió al Ghetto de Varsovia, al Campo de concentración de Majdanek y a dos campos de trabajo esclavo. El padre de Norman, Zacharias Finkelstein, fue un sobreviviente tanto del Guetto de Varsovia como del Campo de concentración de Auschwitz. Sus padres fallecieron en 1995. Su último libro es “Beyond Chutzpah: On the Misuse of Anti-Semitism and the Abuse of History” —Más allá del Chutzpah: sobre el abuso del antisemitismo y el maltrato de la Historia”— (Berkeley, CA: University of California Press, 2007). Audacia, desfachatez, atrevimiento, descaro, cualquiera de estas palabras puede definir el término “chutzpah” en yiddish, tanto con significados positivos cuanto negativos. Pero como el profesor Norman Finkelstein demuestra en su nueva obra, hay gentes que se inclinan por la acepción más negativa de chutzpah) expone en su libro "La Industria del Holocausto: Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío", la tesis de que la memoria del Holocausto no comenzó a adquirir la importancia de la que goza hoy día hasta después de la guerra árabe-israelí de 1967. Esta guerra demostró la fuerza militar de Israel y consiguió que Estados Unidos lo considerara un importante aliado en Oriente Próximo. Esta nueva situación estratégica de Israel sirvió a los líderes de la comunidad judía estadounidense para explotar el Holocausto con el fin de promover su nueva situación privilegiada, y para inmunizar a la política de Israel contra toda crítica. Finkelstein sostiene que uno de los mayores peligros para la memoria de las víctimas del nazismo procede precisamente de aquellos que se erigen en sus guardianes.

Como pueden ver los mentirosos llorones sionistas que siempre se esconden detrás de la muletilla de que "el que niega el Holocausto es antisionista", NADIE NIEGA QUE HUBO VÍCTIMAS DEL NAZISMO... pero no son las que ellos quieren.

   Entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y fines de los 1960, sólo un puñado de libros y películas tocó el tema del Holocausto. Había sólo un curso universitario en los EE.UU. dedicado al asunto. [Rochelle G. Saidel, Never Too Late to Remember (New York 1996), 32] Cuando Hannah Arendt publicó Eichmann in Jerusalem en 1963, tuvo a su disposición solamente dos estudios académicos en inglés sobre los cuales basarse: The Final Solution de Gerald Reitlinger y The Destruction of the European Jews de Raul Hilberg. [Hannah Arendt, Eichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil, edición revisada y ampliada (Nueva York 1965), 282. La situación en Alemania no fue muy distinta. Por ejemplo, la biografía justamente famosa de Hitler por Joachim Fest, publicada en Alemania en 1973, dedica tan sólo cuatro de sus 750 páginas al exterminio de los judíos y un simple párrafo a Auschwitz y otros campos de la muerte. Joachim Fest, Hitler (Nueva York, 1975), 679-82.]

   No había ni monumentos ni recordatorios que hiciesen referencia al holocausto nazi en los Estados Unidos. Por el contrario, las principales organizaciones judías se oponían a una monumentalización de esa clase. La pregunta es ¿por qué? 

   La explicación estándar es que los judíos estaban traumatizados por el holocausto nazi y, por lo tanto, reprimieron el recuerdo del mismo. De hecho, no hay pruebas que apoyen esta conclusión. Sin duda, algunos sobrevivientes, ya sea entonces o en años posteriores, no querían hablar de lo que sucedió. Sin embargo, muchos otros sí deseaban hablar –y mucho– y no cesaban de hablar de ello cada vez que se daba la ocasión. [Para un comentario sensible sobre estos dos tipos de sobreviviente, véase Primo Levi, The Reawakening, with a new afterword (New York: 1986), 207]. El problema era que los norteamericanos no querían escuchar. 

   La verdadera razón para el silencio público sobre el exterminio nazi fueron las políticas conformistas de la dirigencia judía norteamericana y el clima político de los Estados Unidos de postguerra. Tanto en cuestiones domésticas como internacionales, las élites judías norteamericanas acompañaban muy de cerca la política oficial de los EE.UU. 

Al hacerlo, facilitaban de hecho los tradicionales objetivos de asimilación y acceso al poder. Con el comienzo de la guerra fría, las principales organizaciones judías saltaron a la lucha. Las élites judías norteamericanas "olvidaron" el holocausto nazi porque Alemania (Alemania Occidental para 1949) se convirtió en un aliado norteamericano de postguerra crucial para el enfrentamiento entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. El desenterrar el pasado no servía a ningún propósito útil; de hecho, sólo complicaba las cosas.

   Todo cambió con la guerra árabe-israelí de 1967. En prácticamente todos los aspectos fue sólo después de este conflicto que El Holocausto se convirtió en un deporte de la vida judía norteamericana. [17] La explicación convencional de esta transformación es que el extremo aislamiento y la vulnerabilidad de Israel durante la guerra de Junio revivió la memoria del exterminio nazi. De hecho, este análisis distorsiona tanto las relaciones de poder en Medio Oriente, existentes por aquella época, como la naturaleza de la relación que se estaba estableciendo entre las élites judías norteamericanas e Israel.





   Desde su fundación en 1948 hasta Junio de 1967 Israel no figuró de modo central en la planificación norteamericana. Cuando la dirigencia judía de Palestina se preparó a declarar el Estado de Israel, el presidente Truman vaciló sopesando consideraciones domésticas (el voto judío) y la alarma del Departamento de Estado (el apoyo a un Estado judío alienaría al mundo árabe). Para asegurar los intereses de los EE.UU. en Medio Oriente, la administración Eisenhower equilibró su apoyo a Israel con otro por las naciones árabes, favoreciendo sin embargo a los árabes.

   Los encontronazos de Israel con los EE.UU. sobre cuestiones políticas culminaron en la crisis del Canal de Suez de 1956, cuando Israel se complotó con Gran Bretaña y Francia para atacar al líder nacionalista egipcio Gamal Abdel Nasser. Si bien la fulminante victoria de Israel y su conquista de la Península del Sinaí llamó la atención sobre su potencial estratégico, los EE.UU. siguieron considerándolo tan sólo como una posesión regional entre varias otras. De acuerdo con ello, el presidente Eisenhower forzó la retirada israelí completa, virtualmente incondicional, del Sinaí. 

   Después, vino la guerra de Junio. Los EE.UU., impresionados por la devastadora demostración de fuerza por parte de Israel, decidieron incorporarla a su patrimonio estratégico. (Ya antes de la guerra de Junio los EE.UU. se habían cautamente inclinado por Israel, ante el curso cada vez más independiente que tomaron los regímenes de Egipto y Siria hacia mediados de los 1960). A medida en que Israel se convertía en un delegado de los EE.UU. en Medio Oriente, la ayuda militar y económica comenzó a llegar.

   Para las élites judías norteamericanas, la subordinación de Israel al poder norteamericano fue un premio. El sionismo había surgido de la premisa que la asimilación era una ilusión, que los judíos siempre serían percibidos como extranjeros potencialmente desleales. Para resolver este dilema, los sionistas propusieron establecer un hogar nacional para los judíos. De hecho, la fundación de Israel exacerbó el problema; en todo caso para la judería de la diáspora: le otorgó expresión institucional a la acusación de doble lealtad. Paradójicamente, después de Junio de 1967 Israel facilitó la asimilación en los EE.UU.: los judíos ahora estaban en las primeras filas defendiendo a los Estados Unidos –y hasta a toda la "Civilización Occidental"– enfrentando a las retrógradas hordas de los árabes. Mientras antes de 1967 Israel representaba el peligro de la doble lealtad, ahora connotaba una super-lealtad. Después de todo, no eran norteamericanos sino israelíes los que luchaban y morían protegiendo los intereses de los EE.UU. Y, a diferencia de los soldados norteamericanos en Vietnam, los combatientes israelíes no resultaban humillados por advenedizos del Tercer Mundo. 

   Después de la guerra de Junio, las principales organizaciones norteamericanas trabajaron a tiempo completo para consolidar la alianza norteamericano-israelí. En el caso de la ADL (Liga Anti Difamación) esto incluyó una amplia operación de vigilancia doméstica con lazos a la inteligencia Israelí y Sudafricana. [Robert I. Friedman, "The Anti-Defamation League Is Spying on You, " en Village Voice (11 Mayo 1993). Abdeen Jabara, "The Anti-Defamation League: Civic Rights and Wrongs", en Covert Action (Verano 1993). Matt Isaacs, "Spy vs Spite, " en SF Weekly (2 - 8 Febrero 2000)]. La cobertura de Israel en el New York Times aumentó dramáticamente después de Junio de 1967. Las citas de 1955 y 1965 sobre Israel en el New York Times Index ocuparon, cada una, 60 pulgadas de columna. Las citas de Israel en 1975 ocuparon 260 pulgadas de columna en su totalidad. "Cuando quiero sentirme mejor" – reflexionó Wiesel en 1973 – "me dedico a las cuestiones sobre Israel en el New York Times" [Elie Wiesel, Against Silence, seleccionado y editado por Irving Abrahamson (New York: 1984), v. i, 283]. Al igual que Podhoretz, muchos de los más conocidos intelectuales judíos norteamericanos encontraron de repente su "religión" después de la guerra de Junio. 

   Como adquisición estratégica de los EE.UU. Israel no careció de críticos. Aparte de la creciente censura internacional por rehusarse a negociar un acuerdo con los árabes según las resoluciones de las Naciones Unidas y su truculento apoyo a las ambiciones globales norteamericanas, [Norman G. Finkelstein, Image and Reality of the Israel — Palestine Conflict (New York: 1995), Caps. 5-6], Israel tuvo que enfrentar también al disenso local dentro de los EE.UU.

   Algunos argumentaron que la subordinación de Israel al poder norteamericano y la ocupación de Estados árabes vecinos, no sólo estaba mal por principio sino que resultaba adverso hasta para los propios intereses israelíes. Israel se volvería cada vez más militarizado y alienado del mundo árabe. Sin embargo para los nuevos "partidarios" norteamericanos de Israel, un discurso semejante rayaba en la herejía: un Israel independiente, en paz con sus vecinos, carecía de valor; un Israel alineado con las corrientes del mundo árabe que buscaban independizarse de los EE.UU. era un desastre. Solamente una Esparta israelí, obligada a los EE.UU. podía servir, porque solamente entonces podrían los dirigentes judíos estadounidenses actuar de voceros de las ambiciones imperiales norteamericanas. 




   A fin de proteger su adquisición estratégica, las élites norteamericanas "recordaron" el Holocausto [Noam Chomsky, The Fateful Triangle (Boston 1983), 4]. La historia oficial dice que lo hicieron porque, por la época de la guerra de Junio, creyeron que Israel estaba en peligro mortal y les asaltó el miedo de que hubiese un "segundo Holocausto". Este argumento no resiste el análisis.

   Israel demostró ser por lejos menos vulnerable en 1967 que en su lucha por la independencia. Los dirigentes israelíes y norteamericanos sabían de antemano que Israel triunfaría fácilmente y en un par de días en una guerra contra sus vecinos árabes.

   Novick informa que: "Hubo sorprendentemente escasas referencias al Holocausto en la movilización judía norteamericana en favor de Israel antes de la guerra" [Novick, The Holocaust, 148]. La industria del Holocausto emergió de repente sólo después del devastador despliegue de poderío militar y floreció en medio de un extremo triunfalismo israelí [Véase, por ejemplo, Amnon Kapeliouk, Israel: la fin des mythes (Paris: 1975). La Editorial Virtual 05/01/10 10:08 Page 65 sur 84]. El esquema interpretativo convencional no puede explicar estas anomalías.

   Durante la Segunda Guerra Mundial y en sus postrimerías, informa Novick, "difícilmente alguien dentro del gobierno (de los EE.UU.) (y difícilmente alguien fuera de él, sea judío o gentil) hubiera comprendido la expresión "abandono de los judíos". El cambio se produjo después de Junio de 1967. "El silencio del mundo", "la indiferencia del mundo", "el abandono de los judíos"; estos temas se convirtieron en una constante del "discurso sobre El Holocausto" [Novick, The Holocaust, 59, 158 - 9].

   Apropiándose de un principio sionista, el esquema del Holocausto presentó la Solución Final de Hitler como la culminación del milenario odio a los judíos. Los judíos perecieron porque todos los gentiles, fuesen perpetradores o colaboradores pasivos, querían verlos muertos. De acuerdo con Wiesel, "El mundo libre y "civilizado" " entregó los judíos "al verdugo. Hubo matadores – los asesinos – y hubo quienes permanecieron en silencio" [Wiesel, And the Sea]. 

   No existen pruebas históricas de un impulso asesino gentil. El tremendo esfuerzo de Daniel Goldhagen en demostrar una variante de esta acusación en Hitler's Willing Executioners apenas si escapa a lo cómico [Daniel Jonah Goldhagen, Hitler's Willing Executioners (New York: 1996). Para una crítica, véase Finkelstein and Birn, Nation]. Su utilidad política, sin embargo, es considerable. De paso, se puede observar que la teoría del "eterno antisemitismo" reconforta, de hecho, al antisemita. (Leer  HERZL, EL INVENTOR DEL ANTISEMITISMO) Tal como lo señala Arendt en The Origins of Totalitarianism (Los Orígenes del Totalitarismo) "que esta doctrina fuese adoptada por los antisemitas profesionales es algo que va de suyo; les da la mejor excusa posible para todos los horrores. Si es cierto que la humanidad ha insistido en asesinar judíos por más de dos mil años, entonces el matar judíos es una actividad normal, incluso humana, y el odio al judío está justificado más allá de la necesidad de argumentos. El aspecto más sorprendente de esta explicación es que haya sido adoptada por una gran cantidad de historiadores imparciales y por un número todavía mayor de judíos" [84].



Diario de Herzl: las pruebas de su puño y letra de que el antisemitismo es un invento sionista.




   El dogma del eterno odio gentil incorporado al Holocausto ha servido tanto para justificar la necesidad de un Estado judío como para explicar la hostilidad hacia Israel.

   El Estado judío es la única salvaguarda contra el próximo (inevitable) estallido de antisemitismo homicida. Recíprocamente, el antisemitismo homicida está detrás de todo ataque y hasta de toda maniobra defensiva contra el Estado judío. Para explicar la crítica a Israel, la escritora Cynthia Chick tenía una respuesta rápida: "El mundo quiere eliminar a los judíos...  el mundo siempre ha querido eliminar a los judíos" [Cynthia Ozick, "All the World Wants the Jews Dead, " en Esquire (Noviembre, 1974)]. Si todo el mundo quiere ver a los judíos muertos, realmente el milagro es que todavía estén vivos y (a diferencia de gran parte de la humanidad) no exactamente muriéndose de hambre.

   Este dogma también le ha conferido un permiso absoluto a Israel: puesto que los gentiles están siempre intentando asesinar judíos, los judíos tienen el derecho a protegerse de cualquier modo que lo consideren adecuado. Cualquier método al que puedan llegar a recurrir los judíos, incluso agresión y tortura, constituye legítima defensa propia. Deplorando la "lección del Holocausto" sobre el eterno odio gentil, Boas Evron observa que "realmente equivale a un cultivo deliberado de la paranoia... Esta mentalidad...  indulta por adelantado cualquier trato inhumano a los no-judíos puesto que la mitología imperante es que "todos los pueblos colaboraron con los nazis en la destrucción de la judería", por lo cual todo le está permitido a los judíos en su relación con los demás pueblos." [Boas Evron, Jewish State or Israeli Nation (Bloomington: 1995), 226 - 7].








   En el esquema del Holocausto, el antisemitismo gentil es no sólo inerradicable sino también y siempre irracional. Yendo mucho más allá del análisis sionista clásico, y ni hablemos del análisis académico normal, Goldhagen interpreta el antisemitismo como "divorciado de los judíos reales", "fundamentalmente no una respuesta a cualquier evaluación objetiva del accionar judío" e "independiente de la naturaleza y de las acciones del judío". Es, según él, una patología mental cuyo "dominio de hospedaje" está "la mente" (énfasis en el original). De acuerdo con Wiesel, el antisemita, impulsado por "argumentos irracionales", "simplemente representa el hecho de que el judío existe" [Goldhagen, Hitler's Willing Executioners, 34 - 5, 39, 42. Wiesel, And the Sea, 48]

   El sociólogo John Murray Cuddihy observa críticamente: "No sólo cualquier cosa que el judío haga o deje de hacer no tiene nada que ver con el antisemitismo, sino cualquier intento de explicar el antisemitismo haciendo referencia a la contribución judía al antisemitismo ya constituye, de por si, una instancia de antisemitismo." (énfasis en el original) [John Murray Cuddihy, "The Elephant and the Angels: The Incivil Irritatingness of Jewish Theodicy, " en Robert N. Bellah and Frederick E. Greenspahn (eds), Uncivil Religion (New York: 1987), 24. Además de este artículo, véase su "The Holocaust: The Latent Issue in the Uniqueness Debate, " en P.F. Gallagher (ed.), Christians, Jews, and Other Worlds (Highland Lakes, NJ: 1987)]. Por supuesto, la cuestión no que el antisemitismo es justificable, ni tampoco que los judíos son culpables de los crímenes cometidos contra ellos. La cuestión es que el antisemitismo se desarrolla dentro de un contexto histórico específico con su consecuente interacción de intereses. Ismar Schorsch señala que "Una minoría bien organizada y mayormente exitosa puede inspirar conflictos que se derivan de tensiones inter-grupales objetivas", si bien estos conflictos están "frecuentemente envueltos en estereotipos antisemitas". [Schorsch, The Holocaust, 39. De paso, la pretensión de que los judíos constituyen una minoría "excepcionalmente dotada" también constituye, en mi opinión, "una versión secular de mal gusto de la concepción de pueblo elegido"]

   Con frecuencia la esencia irracional del antisemitismo gentil resulta inferida de la esencia irracional del Holocausto. A saber: la Solución Final de Hitler careció de racionalidad: fue "maligna por si misma", un asesinato masivo "sin objeto"; la Solución Final de Hitler marcó la culminación del antisemitismo gentil; por lo tanto el antisemitismo gentil es esencialmente irracional. Estas proposiciones, tomadas en forma aislada o conjunta, no resisten ni al más superficial de los análisis [Si bien una exposición completa de este tema está más allá del marco de este ensayo, considérese tan sólo la primer proposición. La guerra de Hitler contra los judíos, aún siendo irracional (y esto en si mismo ya sería una cuestión compleja) difícilmente constituiría un hecho histórico único. Recuérdese, por ejemplo, la tesis central del tratado de Joseph Schumpeter sobre el imperialismo en cuanto a que "tendencias no-racionales e irracionales, puramente instintivas, hacia la guerra y la conquista juegan un papel muy grande en la historia de la humanidad... incontables guerras – quizás la mayoría de todas las guerras – han sido libradas sin... un interés razonado y razonable." Joseph Schumpeter, "The Sociology of Imperialism, " en Paul Sweezy (ed.), Imperialism and Social Classes [New York: 1951], 83) La Editorial Virtual 05/01/10 10:08 Page 69 sur 84]. Políticamente, sin embargo, el argumento resulta muy útil.






   Al conferir una inmunidad total a los judíos, el dogma del Holocausto inmuniza a Israel y a la judería norteamericana de todo reproche legítimo. La hostilidad árabe, la hostilidad afroamericana: "fundamentalmente no son una respuesta a ninguna evaluación objetiva de la actividad judía" (Goldhagen [Evitando explícitamente el esquema del Holocausto, el reciente estudio de Albert. S. Lindenmann sobre el antisemitismo parte de la premisa que "cualquiera que sea el poder del mito, no toda la hostilidad hacia los judíos, sea individual o colectiva, ha estado basada sobre visiones fantásticas o quiméricas de ellos, ni sobre proyecciones sin relación con ninguna realidad palpable. Como seres humanos, los judíos, al igual que cualquier otro grupo, han sido capaces de provocar hostilidad en el mundo secular cotidiano." (Esau's Tears [Cambridge: 1997], xvii)]. Considérese lo que dice Wiesel sobre la persecución a los judíos: "Por dos mil años... siempre estuvimos amenazados... ¿Por qué? Por ninguna razón." Sobre la hostilidad árabe hacia Israel:

"Porque somos quienes somos y por lo que representa nuestro hogar nacional Israel – el corazón de nuestras vidas, el sueño de nuestros sueños – cuando nuestros enemigos traten de destruirnos lo harán tratando de destruir a Israel". Sobre la hostilidad de las personas negras hacia los judíos norteamericanos: "Las personas que se inspiran en nosotros no nos agradecen sino que nos atacan. Nos hallamos en una situación muy peligrosa. Somos otra vez los chivos emisarios de todas las partes...  Hemos ayudado a los negros; siempre los hemos ayudado... Compadezco a los negros. Hay una sola cosa que deberían aprender de nosotros y ésa es gratitud. No hay pueblo en el mundo que conozca la gratitud como nosotros la conocemos; somos eternamente agradecidos." [Wiesel, Against Silence, v. i, 255, 384]


   "Siempre castigado, siempre inocente: ésa es la carga por ser judío". [Chaumont establece el importante punto de que este dogma del Holocausto hace que otros crímenes sean más aceptables. La insistencia sobre la radical inocencia de los judíos – esto es: la ausencia de todo motivo racional para perseguirlos y ni hablar de matarlos – "presupone un status "normal" para persecuciones y matanzas en otras circunstancias, creando de facto una división entre crímenes incondicionalmente intolerables y crímenes con los cuales un tiene que convivir y, por lo tanto, puede convivir." (La concurrence, 176)]




¿Cuántos judíos había en toda Europa? ¿Es posible la cifra de 6 millones de muertos?


   Según fuentes oficiales judías de la época ("The New York Times", 11 de Enero de 1945, reproduciendo datos oficiales de la "American Jewish Conference"), el número de judíos que vivían en Europa en 1933, era de 5.600.000, sin contar los que vivían en la URSS, ya que la mayoría estuvo en todo momento fuera del alcance alemán. Ahora bien, dos fuentes dispares, una suiza ("Baseler Nachrichten" 13-IV-1946) y otra judía ("Aufbau", periódico yídish de Nueva York. Artículos del demógrafo israelita Bruno Blau, 13-VIII-1948.) coinciden en que el número de emigrantes judíos, entre 1933 y 1945, a Inglaterra, Suecia, Suiza, la Península Ibérica, Canadá, los EUA, Hispanoamérica, Australia, China, la India, Palestina y África, fue de unos 1.440.000. Estos judíos procedían de Alemania, Austria, Checoeslovaquia y, en menor escala, de Polonia,Rumania y Hungría. Por otra parte, el número de judíos que vivían en países neutrales, sin contar los que acababan de llegar de otros países era de 413.128 ("World Almanach" (Almanaque Mundial), 1942. p. 594.).

   Entonces llegamos a la conclusión de que 5.600.000 judíos vivían en Europa, excluyendo la URSS, en 1933, cuando el Nacionalsocialismo sube al poder. Debemos restar como posibles víctimas de los nazis a 1.440.000 que lograron emigrar a países neutrales y militantes en el bando Aliado, más a 413.128 que ya residían en países neutrales o en la inocupada Inglaterra (Tales judíos residían en Inglaterra, Gibraltar, Portugal, España, Suecia. Suiza, Turquía Europea e Irlanda). Esto reduce la cifra a 3.746.872. De todos modos estaríamos siendo generosos con estas cifras, pues habría que descontar a los que vivían en la Polonia de Este y en los países bálticos, que huyeron a la Unión Soviética después de 1939 y fueron evacuados fuera del alcance de las tropas alemanas que se internaban en laURSS. La cifra de judíos emigrados, por tanto a salvo, según el historiador judío Reitlinger (G. Reitlinger, "Die Endlösung", p. 34) fue de 1.550.000. Así llegamos a la cifra de 2.196.872 almas. Todavía tendríamos que restar a este número las numerosas comunidades judías que los países aliados de Alemania no quisieron deportar, pero aun suponiendo que todos fueran tristemente muertos, ¿de dónde han salido los judíos que hoy día pueblan Israel, Norteamérica y Sudamérica? O más inquietante aún, ¿de dónde han salido tantísimos supervivientes del Holocausto? Todo parece demasiado evidente a pesar de trabajar con datos meramente judíos.


El término "sobreviviente del Holocausto" originalmente designó a quienes sufrieron el singular trauma de los ghettos judíos, los campos de concentración y los campos de trabajos forzados; frecuentemente en esa secuencia. El número de estos sobrevivientes al final de la guerra se calcula generalmente en unos 100.000 [Henry Friedlander, "Darkness and Dawn in 1945 The Nazis, the Allies, and the Survivors," en US Holocaust Memorial Museum, 1945—the Year of Liberation (Washington 1995), Il-35]. La cantidad de sobrevivientes actualmente vivos no puede ser hoy más que una cuarta parte de esa cifra. Dado que el haber soportado los campos confiere una corona de mártir, muchos judíos que habían pasado la guerra en otros lugares se hicieron pasar por sobrevivientes de los campos. Aparte de ello, el otro motivo para esta impostura fue material. El gobierno alemán de postguerra pagaba compensaciones a judíos que habían estado en los ghettos o en los campos. Muchos judíos se fabricaron un pasado acorde con los requerimientos de este beneficio [Véase, por ejemplo, Segev, Seventh Million, 248]. 

En años recientes, el término "sobreviviente del Holocausto" ha sido redefinido para designar no sólo a los que soportaron sino también a los que consiguieron evadir a los nazis. Incluye, por ejemplo, a más de 100.000 judíos polacos que hallaron refugio en la Unión Soviética después de la invasión nazi a Polonia. "Sin embargo, los que vivieron en Rusia no fueron tratados de un modo diferente que los demás ciudadanos del país" observa el historiador Dinnerstein, mientras que "los sobrevivientes de los campos de concentración tenían el aspecto de muertos vivos" [Leonard Dinnerstein, America and the Survivors of the Holocaust (New York: 1982), 24]. Uno de los aportantes a un sitio web dedicado al Holocausto sostuvo que, si bien pasó la guerra en Tel Aviv, se consideraba a sí mismo un sobreviviente del Holocausto porque su abuela había muerto en Auschwitz. A juzgar por Israel Gutman, Wilkomirski es un sobreviviente del Holocausto porque su "dolor es auténtico". (¿Esto es un chiste? Lamentablemente, NO, parece que basta "sentir mucho" para ser sobreviviente del Holocausto...)

La oficina del Primer Ministro israelí calculó la cifra de "sobrevivientes del Holocausto con vida" en cerca de un millón. El principal motivo que hay detrás de esta revisión inflacionaria es, de nuevo, no muy difícil de hallar. Es fatigoso exprimir nuevos reclamos masivos por indemnizaciones si sólo un puñado de sobrevivientes del Holocausto siguen todavía vivos. De hecho, los principales cómplices de Wilkomirski estaban, de un modo o de otro, enganchados a la red de indemnizaciones por el Holocausto. Su amiga de la niñez en Auschwitz, la "pequeña Laura", cobraba dinero de un fondo suizo para el Holocausto a pesar de que, en realidad, era una frecuentadora de cultos satánicos nacida en los Estados Unidos. Los principales patrocinadores de Wilkomirski o bien estaban activos en, o bien eran subsidiados por, organizaciones involucradas en las indemnizaciones por el Holocausto [Daniel Ganzfried, "Binjamin Wilkomirski und die verwandelte Polin," en Weltwoche (4 Noviembre 1999)].


Compárese esto con el historial de los EE.UU. Como resultado de la guerra norteamericana en Indochina murieron unos 4 o 5 millones de hombres, mujeres y niños. Un historiador recuerda que, después de la retirada norteamericana, Vietnam necesitaba ayuda desesperadamente. "En el Sur se habían destruido 9.000 de los 15.000 asentamientos existentes, 10.00.000 de hectáreas de tierras cultivadas, 4.860.000 hectáreas de bosques, la ganadería había perdido 1.5 millones de animales; había estimativamente 200.000 prostitutas, 879.000 huérfanos, 181.000 discapacitados y un millón de viudas. Las seis ciudades industriales del Norte estaban severamente dañadas al igual que los pueblos distritales y provinciales, así como 4.000 de las 5.800 comunidades agrícolas". Sin embargo, negándose a pagar indemnizaciones, el presidente Carter explicó que "la destrucción fue mutua". Wiliam Cohen, el Secretario de Defensa del presidente Clinton, después de declarar que "no veía ninguna necesidad de pedir disculpas, ciertamente, por la guerra en si" opinó: "Ambas naciones fueron heridas por esto. Tienen sus cicatrices por la guerra. Nosotros, por cierto, tenemos las nuestras."[Marilyn B. Young, The Vietnam Wars (New York: 1991), 301 - 2. "Cohen: US Not Sorry for Vietnam War," en Associated Press (11 Marzo 2000)]



Cuidado con lo que nos quieren meter en la cabeza, es muy fácil influenciar y mentirle a la gente y crear GENERACIONES MANIPULADAS, y este cuento ya fue contado demasiadas veces...






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FUENTES:



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Publicado por: Anunciadora de Sión

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1 comentario:

  1. Lo único de lo que me doy cuneta mientras mas leo e investigo sobre la historia en sus distintos aspecto, es que seguimos tan engañados con la historia como con la ciencia y la religion, definitivamente debemos desaprender, reaprender y aprender de nuevo

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