Es ESENCIAL, antes de comenzar a leer los Protocolos, conocer el significado de algunos términos usados en este documento:
Protocolo 3
Los comentarios aparecerán escritos en VIOLETA.
La serpiente simbólica y su significación. Inestabilidad del equilibrio constitucional. Poder y ambición. Charlatanería parlamentaria. Libelos y abuso de poder. Esclavitud económica: los derechos del pueblo. Ejército de la judío-masonería. El hombre y los derechos del capital. La multitud y la coronación del amo del mundo. Resumen fundamental de los futuros programas de las escuelas masónicas populares. Secreto de la ciencia de la vida social. Inviolabilidad de los judíos. La libertad.
Actualmente,
nos hallamos muy cerca de lograr nuestro objetivo final. Nos queda por recorrer
un pequeño trecho antes que se cierre el círculo de la serpiente, símbolo de
nuestro pueblo. Cuando se complete el cerco, quedaran encerrados y atenazados,
como por una recia cadena, todos los estados de Europa.
Será Dan serpiente junto al camino, Víbora junto a la senda, Que muerde los talones del caballo, Y hace caer hacia atrás al jinete. Génesis 49:17
Muy
pronto, se habrán de desplomar los pilares de los estados constitucionales que aún
quedan en pie; los estamos desequilibrando continuamente para que se vengan
abajo.
Los
gentiles creen que están afianzados sólidamente en sus bases nacionales y que
el equilibrio de sus países habrá de durar. Pero los jefes de sus estados son
disminuidos por servidores incapaces, habituados a las intrigas y a un terror
que jamás cesa.
Distanciado
de la conciencia de su pueblo, el gobernante no sabe defenderse de intrigantes
ávidos de poder.
Le
hemos retirado al pueblo el raciocinio, dejándole intacta la fuerza bruta; ni
la una ni la otra son significantes ya, como en el caso de un ciego que anda
sin lazarillo que lo guíe. Para incitar a los ambiciosos a abusar del poder,
lanzaremos unas fuerzas contra las otras, alentando las tendencias extremas a
reclamar la independencia. Hemos animado con tal fin todas las inclinaciones,
hemos armado a todos los partidos y hemos convertido el poder en el objeto de
todas las ambiciones. Hemos transformado todos los estados en arenas en que se
desarrollan todas las luchas.
El
desorden y la bancarrota aparecen por todas partes. Charlatanes inagotables han
transformado las sesiones de los parlamentos y las asambleas gubernativas en
torneos oratorios. Periodistas pretenciosos y panfleteros desvergonzados atacan
continuamente a los administradores. Los abusos de poder preparan el desplome
de instituciones que sucumbirán atropelladas por multitudes enloquecidas.
Los
pueblos serán esclavizados con el yugo del pan. La miseria que los habrá de
oprimir será mucho mayor que la que conocieron durante el mando de sus antiguos
señores; de aquellos ricos podían desatarse de una u otra manera, pero nadie
los librará luego de la indigencia absoluta. Los derechos que hemos consignado
en las constituciones son ficticios para las masas, no son reales. Todos estos
llamados derechos del pueblo no pueden existir sino en la imaginación, pero
nunca en la realidad.
¿DE QUÉ LE VALE A UN PROLETARIO, DEBILITADO POR EL TRABAJO Y OPRIMIDO POR SU TRISTE SUERTE, QUE A UN CHARLATÁN SE LE CONCEDA EL DERECHO DE HABLAR Y A UN PERIODISTA EL DE PUBLICAR TONTERÍAS? El proletariado no recoge más que las migajas que les
damos por sus votos para la elección de nuestros agentes. Los derechos
republicanos se traducen en una acre ironía para el pobre, cuyo trajín
cotidiano no le permite disfrutarlos; al ejercerlos, pierde su salario y
empieza a depender de las huelgas, ya sean causadas por los patronos o por sus
camaradas.
Dirigido
por nosotros, el pueblo destruye a la aristocracia, que es su protectora,
porque sus intereses estaban inseparablemente unidos a la prosperidad del
pueblo. Después de destruir los privilegios de la nobleza, el pueblo cae
inevitablemente en manos de vividores y advenedizos que los oprimen
despiadadamente.
Nuestra
misión es aparecer como los libertadores del trabajador. Debemos hacerles creer
que van a salir de la opresión si ingresan en nuestros ejércitos socialistas,
anarquistas y comunistas. Debemos hacerles ver que les ayudamos con espíritu de
fraternidad, que estamos animados por esa solidaridad humana que pregona
nuestra masonería socialista.
La
nobleza, que distribuía el trabajo entre las clases laboriosas, apostaba porque
los obreros estuviesen alimentados, sanos y fuertes. Nuestro interés, al
contrario, es que los gentiles degeneren. Nuestro poder reside en la hambruna
crónica y la impotencia del obrero. Así le sujetaremos mejor a nuestra
voluntad, y no habrá de hallar nunca las fuerzas ni la energía para volverse
contra nosotros.
Más
que el poder real o legal, el hambre le otorga al capital derechos sobre los
trabajadores. Manejaremos a las multitudes explotando el odio envidioso que
resulta de la miseria. Sirviéndonos de la opresión y las necesidades,
remataremos a aquellos que se nos enfrenten. Cuando llegue el momento de
coronar a nuestro soberano universal, ese mismo populacho barrera todo
obstáculo que pudiera atravesársele en el camino.
Los
gentiles han perdido ya la capacidad de reflexionar sobre materias científicas
sin nuestra ayuda. De ahí que no adviertan aquello que reservamos para cuando
nos llegue el momento: en las escuelas debe enseñarse la primera de todas las
ciencias, la ciencia de la vida del hombre y de las condiciones sociales; ambas
disciplinas exigen la parcelación del trabajo y, por consiguiente, la
ordenación de todo el personal en castas y en clases. Todo el mundo debe
entender que, siendo las labores tan disímiles, no puede haber una verdadera
igualdad. Es preciso también establecer que quienes comprometan a toda una
clase por sus actos tienen, ante la ley, una responsabilidad mayor a la de
quienes cometen, por ejemplo, un crimen que comprometa su honor personal.
La
verdadera ciencia del ordenamiento social, en cuyos secretos no admitimos a los
gentiles, persuadirá a todo el mundo de que tanto el puesto como la ocupación
de cada cual deberán estar reservados a castas determinadas. Se evitara, por
ende, la frustración que produce en el ser humano una formación irreconciliable
con el destino laboral del individuo. Si el pueblo cultivara esta ciencia, se
sometería de buena voluntad al orden establecido por ella en el estado vigente.
Sin embargo, el populacho, ignorante de la ciencia, acredita ciegamente todo
cuanto le damos impreso: engullen los hombres las fantásticas ilusiones que les
hemos inculcado y se vuelven enemigos de todas las condiciones que creen
superiores a sí mismos, sin comprender la trascendencia de las diferentes
clases sociales.
Este
odio aumentará en virtud al aprieto bursátil que paralizará eventualmente el
comercio y la industria. Crearemos una crisis económica general con la ayuda
del oro que, casi en su totalidad, está en nuestro poder. Simultáneamente,
echaremos a las calles de toda Europa multitudes de desocupados.
Las
masas voluptuosas de sangre, precipitándose sobre todos aquellos que envidiaron
desde la infancia, verterán su sangre y, de paso, se darán a saquear sus
bienes. A nosotros no nos harán daño porque conoceremos de antemano el momento
del ataque y tomaremos medidas para proteger nuestras personas e intereses.
El
progreso somete a los gentiles al reino de la razón. Ese habrá de ser nuestro
despotismo, que sabrá calmar las agitaciones y suprimir con todo rigor las
ideas liberales en nuestras instituciones. Cuando el populacho vea que se le
han hecho tantas concesiones en nombre de la libertad, juzgará ser amo y señor
y se lanzará sobre el poder. Como un ciego, irá tropezando con mil obstáculos.
Luego, por no volver al antiguo régimen, depositará el poder a nuestros pies.
RECORDAD LA REVOLUCIÓN FRANCESA, QUE NOSOTROS LLAMAMOS LA GRANDE;
CONOCEMOS CÓMO SE FRAGUÓ PORQUE FUE OBRA NUESTRA.
Desde entonces, hemos llevado a los pueblos de una decepción a la otra, a fin de que renuncien a nosotros mismos en provecho del rey déspota, de la sangre de Sión, que estamos preparando para el mundo entero.
Actualmente,
somos invulnerables como fuerza internacional porque cuando nos ataca un estado
nos defiende otro. La cobardía sin límites de los pueblos cristianos favorece
nuestra independencia porque se arrastran delante del poderoso y son
inmisericordes con el débil: no tienen piedad con quienes cometen faltas, pero
son clementes con quienes perpetran crímenes. No soportan las contradicciones
de la libertad ya que, en su indulgencia, se muestran sumisos hasta el martirio
ante la violencia de un despotismo audaz: esto favorece nuestra independencia.
Los gentiles soportan dichos abusos de manos de sus dictadores actuales,
presidentes del consejo y ministros; sin embargo, por tales ofensas hubieran
decapitado a veinte reyes.
¿Cómo
explicarse tal fenómeno y tal incoherencia de las masas populares a la luz de
acontecimientos que parecen de una misma naturaleza? Esa rareza se explica por
el hecho de que los déspotas convencen al pueblo, por medio de sus agentes, de
que el mal manejo del poder y el consiguiente perjuicio al estado se hace en la
consecución del bienestar y la prosperidad del pueblo por la fraternidad, la
unión y la igualdad internacional.
¿Algo que nunca llega, no? Por lo menos, nunca lo hemos visto en ninguna de nuestras sociedades, no de manera estable y duradera. Sin embargo, continuamos soñando con la utopía de que ese día llegará y seguimos entregando nuestros derechos en manos de los inescrupulosos...
Naturalmente,
no se habrá de saber que dicha unificación podrá lograrse tan solo bajo nuestro
mando. En tanto, observaremos como el populacho condena al inocente y absuelve
al culpable, convencido de su libre albedrío. Con tales pensamientos, las multitudes
desequilibran la sociedad y el desorden queda asegurado.
La
palabra libertad pone a la sociedad en pugna con todos los poderes, ya se trate
de la naturaleza o del mismo dios. Por eso, cuando tomemos el poder,
excluiremos dicho término del vocabulario humano ya que expresa el principio de
brutalidad que transforma a los hombres en bestias. Es verdad que las fieras se
amodorran cuando están hartas de sangre, siendo entonces más fácil
encadenarlas; mas, si no se les proporciona sangre, en vez de dormitar, riñen.
Publicado por: Anunciadora de Sión
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