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domingo, 7 de junio de 2015

MONGENTA... EL NUEVO FRANKENSTEIN QUE NO TE ALIMENTA


LOS NEGOCIOS TÓXICOS QUE IMPULSARÍAN UNA FUSIÓN ENTRE MONSANTO Y SYNGENTA










   La compañía Monsanto, una de las más grandes del mundo agrícola, está intentando comprar su rival Syngenta por 45.000 millones de dólares. Ésta parece que de momento dice que no. La operación tiene muchas lecturas e implicaciones que merece la pena analizar.


Alarma ecologista: Monsanto ofrece US$45.000 millones para comprar Syngenta y crear monopolio absoluto


Monsanto Co. ofertó 45.000 millones de dólares para hacerse con su competidora, la suiza Syngenta AG, y aunque la propuesta habría sido rechazada, confirma el interés de la multinacional para consolidar un monopolio absoluto en materia de transgénicos y fertilizantes en rango planetario. 


Si bien la junta directiva de la compañía suiza en primera instancia dijo que “no”, tampoco cerró las puertas a una futura negociación, que concretaría la mayor fusión en la historia de las agroindustrias, con un proveedor de semillas transgénicas y de productos químicos de fumigación, sin competidores prácticamente en ninguna parte del mundo. 

La propuesta se produce ante el alerta general de los grupos ecologistas mundiales cuyo impulso había logrado hacer retroceder a Monsanto en su expansión de ventas de semillas genéticamente modificadas. Las ventas del año pasado crecieron 4,7%, un nivel bajo comparado con el 8,7% de 2013, y una media del 21% en los últimos cinco años. 

Monsanto opera actualmente con el 58% de las semillas de maíz, soja y algodón, así como un 9% de otros vegetales en su cartera de productos, y presenta además hasta un 32% de pesticidas en sus líneas. Syngenta tiene el 78% de su cartera dedicada a la protección de cultivos, a lo que debe sumarse un 11% de semillas de maíz y soja, y un 5% de otras semillas, y 6% de otros, según datos publicados por The Wall Street Journal.





   Monsanto es una de las empresas con más mala fama del mundo. Es junto con Bayer, Pioneer, DuPont, Dow Chemical, Basf o su citada rival, uno de los gigantes de los agrotóxicos, especializada en vender semillas para cultivar alimentos transgénicos, pesticidas y otros productos químicos tóxicos. 

   Se lleve a cabo o no la adquisición, algunos ven en ella la creciente importancia global de los pesticidas agrícolas a pesar de los esfuerzos en varios países por reducir el uso de químicos en el combate de malezas e insectos dañinos para los cultivos.

   Lo cierto es que ni Syngenta cierra las puertas totalmente ni Monsanto ha aceptado las calabazas de esta firma y prepara una nueva oferta.

   De llegar a crearse este gigante de la agroindustria, tendrían para sí un volumen de ventas superior a los 31.000 millones de dólares; la cifra representa, por ejemplo, una tercera parte del presupuesto general de un país como Colombia para el 2015.

   Otra de las intenciones de Monsanto estaría en recuperar su posición en el mercado de los plaguicidas, pues lleva ya dos décadas dedicada a la investigación y desarrollo de las semillas transgénicas, de la mano de su producto “estrella”, el herbicida Roundup (glifosato), el más usado en el mundo.

   Roundup, según la Organización Mundial de la Salud, es “probablemente carcinogénico”. Según un informe, las pruebas en animales son "suficientes", mientras que en humanos son "limitadas". 





   La alimentación mundial, como vemos está en pocas manos y una fusión como la que tratamos podría conducir al monopolio en la producción de alimentos. Ahora seis empresas controlan el 75% de las ventas globales de semillas y pesticidas y la investigación y desarrollo que requieren. 

   Si se permite que Monsanto y Syngenta se fusionen, la nueva compañía controlará el 54% de las ventas de semillas y una tercera parte de los pesticidas en todo el mundo.  Mientras tanto, los agricultores que han cuidado sus semillas durante miles de años, están siendo forzados a pagar regalías por patentes y firmar contratos que les prohíben guardar sus propias semillas.



   En un excelente informe de Etc Group, leemos:

   Si la corporación suiza Syngenta se mantiene firme y sigue rechazando la presión de Monsanto, la empresa de San Louis Missouri podría hacer trato con BASF en Alemania. BASF es la número tres en plaguicidas y ha ido construyendo sigilosamente sus intereses en el sector semillero en los últimos años. Al igual que Syngenta, BASF podría ofrecer a Monsanto un arreglo fiscal muy bueno (o sea, eludir impuestos) si trasladara a Europa su sede. En Estados Unidos, Monsanto paga entre 28 y 31 % de sus ingresos en impuestos, mientras que las compañías europeas tienen que desembolsar 15% aproximadamente. Pero no podemos hacernos la imagen completa sin contar con Bayer, DuPont y Dow —tres importantísimas compañías químicas con intereses muy importantes en el sector de pesticidas y fitomejoramiento. No querrán ser testigos mudos. Si cualquiera de las seis empresas adquiere otra, veremos una cascada de fusiones y remates que podrían ocurrir los próximos meses o años. Como si faltara algo, al fondo se encuentra ChemChina, empresa que está buscando convertirse en jugador global. 

   Cualquiera que sea el resultado del jaloneo de la compra venta, los agricultores y los consumidores seremos los perdedores. En los últimos meses, la prensa financiera ha reportado una nueva ola de adquisiciones que atraviesan varios sectores de alta tecnología. Además de ahorrarse impuestos, un primer objetivo de las operaciones es reducir la inversión en investigación y desarrollo. Las grandes compañías históricamente son menos innovadoras que las pequeñas. El otro objetivo, más “tradicional” es aumentar su poder de mercado. Entre más grande la empresa es más difícil caer en las manos de los reguladores y es más fácil entenderse con los políticos, razón por la cual gastan tanto más en relaciones públicas y menos en investigación y desarrollo.



¿Parcelas inteligentes?

   En los años recientes Monsanto gastó al menos mil millones de dólares comprando dos compañías de alta tecnología de monitoreo climático. Incluso uno de sus ejecutivos se atrevió a decir que Monsanto podría ser conocida en cinco o diez años como una corporación de tecnologías de la información.
   Ahora mismo Monsanto asegura que cuenta con información histórica detallada sobre 30 millones de campos agrícolas en Estados Unidos, con el acercamiento a unidades de 10 x 10 metros. Desde que compró Climate Corp., que usa satélites y naves aéreas para monitorear parcelas y vender seguros para la cosecha, Monsanto incrementó la base de sus clientes gracias a su plataforma “Climate Basic” (clima básico) que cubre más de una tercera parte de toda la tierra agrícola en Estados Unidos e intenta extender su monitoreo a todo el planeta. 

   En 2014, la compañía presentó FieldScripts, un “servicio de monitoreo” basado en información del cinturón cerealero de Estados Unidos –un primer paso en las anheladas alianzas con otros sectores de insumos, que incluyen a las compañías de maquinaria agrícola.

   Para la siembra de 2014, la compañía de fertilizantes más grande del mundo, Agrium Inc., se asoció con Monsanto para ofrecer la plataforma “Climate Pro” a sus clientes minoristas en Estados Unidos. 



   Cuando una sola compañía vende la semilla, sabe la prevalencia de las plagas y vende el plaguicida, sabe además las condiciones locales de los suelos y con ello administra el fertilizante, además de predecir las condiciones del clima y con ello vende el seguro para la cosecha, comienzan a perder sentido las nociones “inter-sectorial” o “anti-monopolio”. 



Agro-robótica

 
   Existe aún otra perspectiva. Tres grandes empresas, encabezadas por John Deere, controlan 77% del mercado mundial de maquinaria agrícola, con valor de $65 mil millones de dólares. Las tres están desarrollando máquinas robóticas para el trabajo agrícola, diseñadas para dispensar semillas, plaguicidas y fertilizantes y todas están compitiendo por lograr el control metro por metro de las parcelas.

   En corto plazo las semillas de Monsanto, los pesticidas de Syngenta y los fertilizantes de Agrium podrían terminar dentro de un tracto-robot de John Deere controlado por drones y desde los satélites comerciales. Las empresas de maquinaria agrícola son casi lo doble de grandes que sus aliadas de semillas y plaguicidas. El dinero “inteligente” aconseja que, si hay que apostar, consideremos que tal vez para 2020 las máquinas robóticas dispensadoras de semillas, fertilizantes y plaguicidas dominarán las parcelas. A inicios de mayo, la Administración de Aviación de Estados Unidos (US Federal Aviation Administration) aprobó el uso doméstico de drones, con el tamaño necesario para cargar una “ración” de fertilizante y pesticida. (Dichos modelos pesan solamente 90 kilos). 




“Climáticamente inteligente”


   Según los promotores de la llamada “agricultura climáticamente inteligente”, esas son exactamente las tecnologías que los gobiernos van a necesitar si quieren seguridad alimentaria en medio del caos climático. Hacer la vista gorda para que se reduzca la competencia es un precio bajo por obtener el dinero de las grandes corporaciones y la inteligencia detrás de investigaciones de alto riesgo. “Climáticamente inteligente” es una noción que lleva unos diez años en el aire, pero básicamente ha sido eso, aire. Para el CGIAR, el Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional de la Revolución Verde, por ejemplo, lo climáticamente inteligente ha significado poner etiquetas nuevas a investigaciones viejas sobre la resistencia al estrés. Para el sector privado, implica participar del frenesí por las patentes sobre caracteres genéticos para la tolerancia al estrés abiótico (como sequía, calor o salinidad). Pero este frenesí es reciente. La enorme atención que por décadas las grandes empresas han puesto en la tolerancia a los herbicidas hizo que descuidaran o ignoraran el desarrollo de caracteres mucho más importantes para la resistencia al estrés, y de hecho han contribuido a erosionar la resiliencia de los cultivos. El cambio hacia los caracteres “climáticamente inteligentes” convierte las fallas de la biotecnología en virtudes (léase ventajas comerciales) y les permite recuperar tiempo perdido. También les ayuda a colocar una batería de técnicas de biotecnología (transgénicos en esteroides) con las que esperan evadir las regulaciones existentes, que sólo se refieren a las semillas transgénicas “convencionales”.




   Esta agricultura se caracterizaría por la ultraindustrialización del campo, aunque el modelo sólo ha demostrado que gracias a ello estas compañías y sus accionistas son más ricas porque si de lo que se trata es de combatir el hambre en el mundo aún hoy continúan habiendo 800 millones de personas en el mundo que sufren por no acceder a los suficientes alimentos.

   


Un detalle más. Quienes venden semillas transgénicas y productos tóxicos para el cultivo de alimentos (origen de numerosas enfermedades) tienen o han tenido laboratorios farmacéuticos:

   Syngenta fue el resultado de la escisión de los negocios agrícolas de las compañías Novartis y AstraZeneca, dos de las farmacéuticas más poderosas. Bayer CropScience: se creó tras la compra de Aventis por parte de Bayer AG. y Aventis fue la fusión de AgrEvo y Rhône-Poulenc Agro.

   AgrEvo fue la fusión de Schering y Hoescht. Dow AgroSciences se llamó Dow Elanco (1989), creada con las divisiones agro de Eli Lilly, Dow Chemical y las semilleras Mycogen y Cargill Semillas (EE.UU); posteriormente, integró el negocio agrícola de Rohm and Haas.

   Buena parte de las citadas, como indico, son farmacéuticas o han tenido negocios en dicho sector. Parece claro que se matan (nunca mejor escrito) muchos pájaros de un tiro: se controlan los precios de la comida especulando con ella... Comida que está cargada de tóxicos que enferman al personal, parte de los cuales se convertirán en pacientes y recibirán fármacos que en muchos casos están fabricados por quienes les enfermaron. 









FUENTES:




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Publicado por: Anunciadora de Sión
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