Es ESENCIAL, antes de comenzar a
leer los Protocolos, conocer el significado de algunos términos usados en este
documento:
Protocolo 10
Los
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Las apariencias en política. El éxito se impone siempre. El triunfo judío mediante la mentira y el voto del pueblo. El sufragio universal. Valor personal. Unidad de pensamiento y de mando. Como socavar las instituciones de los estados de los goyim. El veneno del liberalismo. Estados constitucionales, lucha de partidos, demagogia, presidentes formados por los judíos. Responsabilidad de los presidentes. Presidentes desaprensivos. Las cámaras. La ley marcial. La judeo-masonería como fuerza legislativa. La nueva constitución democrática. Preparación a la autocracia judía. Proclamación del soberano universal judío. Inoculación de dolencias y otros males por las logias.
Empiezo hoy por reiterar, y os ruego recordar, que los gobiernos y los pueblos sólo ven las apariencias de las cosas. ¿Y cómo queréis que distingan su sentido íntimo si sus representantes no piensan más que en divertirse? Es muy necesario, para desarrollar nuestra política, conocer ese pormenor. Nos favorecerá cuando discutamos la división del poder, la libertad de palabra y de prensa, la libertad de conciencia, el derecho de asociación, la igualdad ante la ley, la inviolabilidad de propiedad y domicilio, los impuestos, y la fuerza retroactiva de las leyes. Todas estas cuestiones son de tal naturaleza que NUNCA se deben tocar directa y claramente delante del pueblo. En caso que fuera necesario abordarlas, no se deben enumerar, sino generalizar que reconocemos los principios del derecho moderno. La importancia de esta reticencia consiste en que un principio no especificado nos deja en libertad de excluir lo que no nos convenga, sin que se note, mientras que si enumeramos los derechos tenemos que aceptarlos sin reserva.
"Reticencias" es uno de los nombres de los "puntos suspensivos". Cuando no se quiere enumerar TODOS los ítems de una lista, sólo se mencionan unos cuantos y después, ya sabemos... puntos suspensivos.
El pueblo tiene un amor particular y una gran estima por los genios políticos. Por eso replica ante todos sus actos de violencia con exclamaciones como: "¡Es un canalla completo, pero qué hábil!", o "¡Qué canallada, pero qué bien hecha y con cuánto atrevimiento!".
Contamos con persuadir a todas las naciones de colaborar en la edificación de una nueva morada cuyos planos hemos trazado. Con tal fin en mente precisamos, ante todo, hacer acopio de esa audacia y esa presencia de ánimo en las personas de nuestros agentes que barrerán con los obstáculos que se presenten.
Cuando hayamos dado nuestro golpe de estado, les diremos a los pueblos: todo marchaba espantosamente mal, todos habéis sufrido más de lo que se puede sobrellevar. Hemos venido a despedazar las causas de vuestros tormentos: las nacionalidades, las fronteras y la diversidad de monedas. Sois libre de jurarnos o no obediencia; pero, en justicia, ¿podéis negaros a hacerlo antes de verificar lo que os brindamos...?
Entonces, con el entusiasmo unánime de su esperanza, nos exaltarán y nos llevarán en andas triunfalmente. El sufragio universal, del cual nos hemos valido para elevarnos y al que hemos habituado hasta a los últimos integrantes de la humanidad, expresará el deseo unánime de conocernos para poder juzgarnos. De antemano, habremos preparado esta postrera representación del sufragio mediante tertulias y asambleas.
"Postrero/a" significa ÚLTIMO/A, que viene al final de todo. De ahí proviene nuestra palabra "postre". "Representación"... ya se sabe.
Para obtener este resultado, es necesario conducir a todos al sufragio universal, sin distinción de clases ni de fortunas. Nuestra finalidad es establecer el despotismo de la mayoría, algo inalcanzable con la concurrencia exclusiva al voto de las clases inteligentes.
Teniendo así habituada a la gente a la idea de su propio valer, acabaremos con la importancia de la familia cristiana y su valor educativo. No se permitirá que las individualidades se destaquen: a las masas, guiadas por nosotros, no les permitirá descollar o tan siquiera hacerse oír. Les enseñaremos a escuchar solamente la voz de aquellos a quienes les pagamos para darles su obediencia y atención. De esta suerte, convertiremos al pueblo en una fuerza ciega, incapaz de moverse sin las orientaciones de los agentes con quienes habremos sustituido a sus jefes naturales. Se someterán sabiendo que de sus nuevos jefes habrán de depender todas sus ganancias, recompensas y toda clase de bienes.
Un plan de gobierno debe salir de una sola cabeza, ya que este resultaría incoherente si diversos intelectos se diesen a la tarea de establecerlo. Por eso debemos conocer el plan de acción, mas no discutirlo con los de afuera a fin de preservar su carácter genial, el engarce de sus partes, la fuerza práctica y la significación secreta de cada tema. Que el sufragio universal discuta y modifique el plan: los esquemas del populacho siempre preservan la fealdad y la confusión sin profundizar ni discernir entre los recovecos de nuestros designios.
Es necesario que nuestros planes sean enérgicos y bien calculados. Por eso no debemos desplegar la labor ingeniosa de nuestro jefe ante las multitudes, ni siquiera someterla al juicio de un corto número de individuos.
Estos planes no derrocarán, por el momento, las instituciones modernas. Cambiarán solamente su economía y, por consiguiente, todo su desarrollo, que se orientará según nuestros proyectos.
Con distintos nombres, existen entidades similares a éstas en todos los países: la representación, los ministerios, el senado, el consejo de estado, el poder legislativo, el poder ejecutivo. No es necesario explicaros cómo se relacionan estas entidades entre sí, porque las conocéis. Notad, empero, que cada una de esas entidades corresponde a alguna función importante del estado. Advertid que es LA FUNCIÓN Y NO LA INSTITUCIÓN LO ESENCIAL; por tanto, no son las instituciones las importantes sino sus realizaciones.
Las instituciones se dividen entre ellas todas las funciones del gobierno: funciones administrativas, legislativas y ejecutivas. Por eso operan dentro del estado como los órganos en el cuerpo humano. Si dañamos una parte de la máquina estatal, el gobierno caerá enfermo, como ocurre con el cuerpo humano, y morirá.
Cuando introducimos en el organismo del estado el veneno del liberalismo, metamorfoseamos la constitución política. Todos los estados han caído víctimas de una dolencia mortal: tienen infectada la sangre y no nos queda más que esperar el fin de su agonía.
Del liberalismo han nacido los gobiernos constitucionales que han reemplazado a la autocracia que resultaba conveniente a los cristianos. Cualquier constitución, como sabéis bien, es una escuela de discordias, malentendidos, discusiones, disentimientos, y estériles agitaciones partidarias. En una palabra, la constitución es la escuela que enseña cómo hacerle perder a un estado la individualidad y la personalidad.
La tribuna y la prensa han condenado a los gobiernos a la inacción y a la debilidad, haciéndolos poco necesarios, casi inútiles. Esto explica que se hayan derrumbado. Así se hizo factible la llegada de la era republicana y la consiguiente substitución del gobierno por una caricatura de sí mismo. Así tomamos por presidente a uno de nuestros esclavos. He aquí el túnel que hemos cavado bajo el sostén de los pueblos cristianos.
Dentro de poco, crearemos la responsabilidad de los presidentes. Entonces, al poner en efecto nuestros planes, la responsabilidad caerá sobre nuestra criatura, nuestro esclavo-presidente. Poco importa que la lista de aspirantes al poder se achique o que, por falta de hombres capaces, se produzcan conflictos que desequilibren completamente al país.
Para conseguir este resultado, nos las ingeniaremos para hacer elegir presidentes que tengan en su pasado alguna tacha, o algo que esconder. Se convertirán en fieles ejecutores de nuestras órdenes por temor a que revelemos sus vicios. Todo aquel que alcanza el poder desea conservar los privilegios, ventajas y honores ligados a tal condición. La cámara de los diputados podrá defender, elegir y apoyar presidentes, pero les quitaremos el derecho de proponer leyes o de modificarlas. Tales derechos serán atribuidos al presidente responsable, CONVERTIDO EN JUGUETE NUESTRO.
¿No es éste uno de los más importantes rituales de la iniciación a la Sociedad Secreta Skull & Bones, y de varias otras, según se ha podido descubrir a pesar del secretismo?
El poder del gobierno será el blanco de todos los ataques. Le daremos, para que se defienda, el derecho de apelar a la decisión del pueblo, sin intermedio de sus representantes. Esto significa que podrá recurrir a nuestro siervo ciego, a la mayoría.
También le daremos al presidente el derecho a declarar la guerra. Afirmaremos este derecho en el hecho de que el presidente, como jefe de las fuerzas armadas, habrá de tener todos los efectivos militares a su disposición para defender la nueva constitución republicana, por la que debe responder. En tales condiciones, la llave de la situación estará en nuestras manos y ningún otro podrá dirigir al poder legislativo.
Al introducir la nueva constitución republicana, con el pretexto de salvaguardar el secreto político, despojaremos a la cámara del derecho de interpelación. Por la nueva constitución, restringiremos al mínimo el número de representantes, lo que resultará en la disminución tanto de las pasiones políticas como de la pasión por la política. Si, contra toda expectativa, se despertasen aún pasiones entre este pequeño número de representantes, apelando a la mayoría del pueblo, los reduciremos a nada.
Del presidente dependerán los nombramientos de presidentes y vicepresidentes de la cámara y del senado. En lugar de las sesiones parlamentarias constantes, las disminuiremos a unos pocos meses. Además, el presidente, como jefe del poder ejecutivo, tendrá el derecho de convocar y disolver el parlamento, y en caso de disolución, podrá retrasar la nueva convocatoria.
Para que las consecuencias de todos estos actos no recaigan sobre el presidente establecido por nosotros, lo que podría perjudicar nuestros planes, les inculcaremos a los ministros y a los demás funcionarios que rodean al presidente la idea de pasar por encima de sus disposiciones, procediendo como deseen; así, cargarán con la responsabilidad. Antes que a individuos aislados, insinuaremos que se les confíe este papel al senado, al consejo de estado y al consejo de ministros.
Restringir el número de representantes de las Cámaras...Restringir el número de sesiones parlamentarias...Restringir las libertades de reunión de las Cámaras...
El presidente interpretará, según nuestro deseo, las leyes vigentes que puedan entenderse de diversas maneras; anulará las leyes cuando le indiquemos la necesidad de hacerlo; con el pretexto del bien supremo del estado, tendrá derecho de proponer leyes provisionales, y aún un nuevo cambio de constitución, bajo el pretexto del bien supremo del estado. Estas medidas nos darán el medio de destruir poco a poco y paso a paso todo aquello que en el momento de apoderarnos del poder nos hayamos visto obligados a incluir en las constituciones de los pueblos; por este medio pasaremos insensiblemente a la supresión de toda constitución cuando llegue la ocasión y el momento de agrupar todos los gobiernos bajo nuestra autocracia.
El reconocimiento de nuestra autocracia puede ocurrir antes de suprimir la constitución si los pueblos, cansados de los desórdenes y de la frivolidad de sus gobernantes, exclamasen: ¡expulsadlos a favor de un rey supremo que pueda acabar con las causas de nuestras discordias, las fronteras de las naciones, las religiones, los cálculos de estado; un rey que nos dé la paz y el sosiego que no pueden lograr nuestros gobiernos y representantes!
"...cuando digan: "Paz y seguridad", entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán". (1 Tesalonicenses 5:3)
Vosotros sabéis muy bien que, para posibilitar tales aspiraciones, es preciso perturbar constantemente, en todos los países, las relaciones de los pueblos con sus gobiernos. La finalidad de este proyecto es fatigarlos a todos con la desunión, la enemistad, el odio, el mismo martirio, el hambre, la inoculación de enfermedades y la miseria; así, los cristianos no hallaran otro remedio para sus males que no sea nuestra plena soberanía.
Debo añadir que, si les concediésemos el menor respiro a los pueblos, tal vez jamás se presente la ocasión de subyugarlos.
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Publicado por: Anunciadora de Sión
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